Vida a Bordo

OP. SEA GUARDIAN.- Submarino "Tramontana" (S-74)

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OP. SEA GUARDIAN.- Submarino "Tramontana" (S-74)
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OP. SEA GUARDIAN.- Submarino "Tramontana" (S-74)
Documento sin títuloVida a bordo, 8 de diciembre de 2020.

¡Buenas tardes desde el fondo del mar Mediterráneo! A pesar de estar varias decenas de metros sumergidos debajo del agua, aquí también se ha celebrado el día de la Constitución y de la Inmaculada Concepción. Debo reconocer que hemos experimentado ciertas dificultades por el estado de la mar que nos han impedido preparar la "meridiana" tal y como nos hubiera gustado.

La meridiana es por excelencia, la mejor manera de celebrar a bordo cualquier tipo de acontecimiento. Siempre hay una excusa para sacar un queso, un lomo o algún producto típico que haya traído un compañero de su tierra. Esta, como tantas otras, es una manera de sentirse más cerca de casa y de vosotros.

Pero hoy, además de las celebraciones tradicionales por el día que es, ha tenido lugar también el tradicional Grand Prix Tramontana, donde las diferentes escuderías formadas por miembros de la dotación han presentado sus bólidos al jurado. En primer lugar, el jurado presidido por el Comandante y compuesto por los más antiguos de cada cámara entregaron el premio al coche más bonito que fue a parar a "El paciente cero". Después, uno a uno los equipos fueron dando gas a sus prototipos y con inclinación a bajar, el "homenaje a los caídos" ganó por más de 2 segundos al resto de competidores. Al final, lo más importante es que pasamos un rato muy divertido y fuera de la monotonía cumpliendo ciertos hitos tradicionales de fin de misión que poco a poco van anticipando la vuelta a casa.

Esta semana en el submarino se han visto muchos sentimientos encontrados, en general ha habido una sensación muy positiva fruto de la alegría de saber que hemos cumplido la misión y que pronto volveremos a casa. El ánimo es bueno pero también es justo decir que se suceden los momentos en los que salen a la luz conversaciones sobre las ganas que hay de ver a la mujer, al novio, a los niños... Es ese abrazo el que más se anhela y se añora y para el que a penas quedan unos días de navegación, algunos ya los cuentan incluso por horas (o minutos).

Estos últimos parece que también Poseidón ha estado un poco enfadado con nosotros, sus aguas se han enfurecido y han hecho que el tubo se mueva un poquito, dejando en ocasiones pasillos y cámaras vacías de jugadores de mus y ausentes de fichas de dominó. Pero la mar es así y además, aunque aquí dentro no lo parezca, es invierno. El Mediterráneo, tan cristalino y brillante en verano saca sus garras para arañar a todo marino valiente en época invernal. Pero tranquilos, sabed que el Tramontana y su gente estamos más que preparados para afrontar lo que nos venga por la proa y que llegaremos a casa orgullosos de la tarea realizada, pero sobretodo, orgullosos de veros esperándonos tras cada singladura...

Documento sin títuloVida a bordo, 30 de noviembre de 2020.

Buenos días desde la mar, hoy es lunes amanecemos a bordo con la "resaca" de una entrada en puerto y de otro domingo más en la mar. El pasado jueves, atracamos en el puerto de Cagliari durante unas muy escasas 24 horas. Se hizo corta la escala, muy corta, pero al menos fue intensa.

Nada más atracar, después de conectar el agua, hacer víveres, sacar las basuras, pasar el barco a reposo, engrasar mástiles, hacer limpiezas de interiores, hacernos la foto de familia, en fin; no fue nada más atracar sino más bien pasado un ratito cuando conseguimos sentarnos todos juntos en unas carpas que habían montado a comer... ¡pizza! Contra todo pronóstico, efectivamente apareció un repartidor en una furgoneta con 90 cajas llenas de esa gloriosa masa italiana, carbonara por allí, peperoni por acá, alguna que se escapaba de berenjena y me pareció ver incuso de anchoa y olvidas negras, aunque esas sólo conseguí verlas de pasada.

La verdad que pasamos un rato agradable durante la comida, después de eso en las mesas las partidas de mus se sucedían a la vez que poco a poco caía la noche sobre la bonita ciudad de Cagliari. La mayoría aprovechaban para hacer la tan ansiada videollamada con la familia, otros se decidían a darse un buen paseo por el muelle y algunos valientes incluso se atrevían a calzarse las deportivas e ir a correr. En cualquier caso, lo pasamos bien y pudimos disfrutar del sol, de tomar el aire y sobretodo de hablar con la familia, a la que tanto se echa de menos siempre.

Nos hicimos de nuevo a la mar el sábado y tras pasar un día con un poco de mal tiempo en el que el submarino parecía un tubo fantasma, sin apenas gente en las cámaras y en los pasillos, el domingo el cocinero nos tenía preparado un rico caldero para levantar la moral. Después, sobre las cinco y media de la tarde jugamos el tradicional bingo de a bordo, se repartieron regalos a los premiados y los que no, tuvieron que conformarse con un donut de chocolate para merendar, que tampoco está nada mal.

Afrontamos una nueva semana con la ilusión de cumplir la misión como el primer día. Se nota en la gente que las pilas están cargadas de nuevo y que estamos dispuestos a dar el callo las próximas semanas.

Eso si, no hay día que no nos acordemos de vosotros, los que nos leéis desde el otro lado, y os echamos de menos desde aquí abajo. Muy pronto volveremos a estar juntos, llegaremos a casa con la misión cumplida y celebraremos la navidad, agradeciendo poder sumar otro año más juntos.




Documento sin títuloVida a bordo, 24 de noviembre de 2020

A pesar de todo, aunque la noche parezca muy larga y oscura, siempre amanece. No puedo evitar acordarme de aquellas palabras que un día cuando era joven me dijo mi madre. En aquella ocasión, mis preocupaciones no eran las mismas que ahora lógicamente. Esta mañana, he visto el amanecer a través del periscopio deseando que vuelva a ser ella, quién mientras me abraza, me repite que hoy también ha amanecido.

No es que particularmente me haya despertado hoy muy melancólico; ni siquiera he amanecido especialmente cansado, pero ver el amanecer desde el periscopio sabiendo que uno está sumergido en el profundo océano, pues que quieres que te diga, le saca unas palabras bonitas a cualquiera. Solo os pido, querida familia, que si hoy habéis decidido dar un paseo por la playa, al meter los pies en el agua penséis que compartimos el mismo mar. Que al fin y al cabo no nos separa tanta distancia; y que esta distancia, que se puede medir en litros de agua, en millas náuticas o en días para veros además es relativa. Cuando os metáis en el agua haced ruido, ¡jugad con los niños y que chapoteen! Que si nosotros nos esforzamos y afinamos un poco el sónar, hasta podemos escucharos. Algunos cuentan aquí a bordo, mientras leen un correo electrónico, que se sienten como un soldado en una de esas películas de la segunda guerra mundial. Cuentan que se pierden entre letras escuchando a su novia, marido o hijos leyéndoselos en persona, quien me iba a decir que la profundidad a la que navega el submarino es proporcional a la que se sumergen los sueños.

No es que particularmente me haya despertado hoy muy melancólico; aunque pensándolo mejor quizás si que estoy algo cansado. Las guardias de cuatro horas de madrugada dan para mucho, creo que con unas tostadas podemos remontar. Además, me han comentado que hoy para comer tenemos pizza y que quieres que te diga, eso le saca unas palabras bonitas a cualquiera.



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Vida a bordo, 20 de noviembre de 2020.


Submarino Tramontana, Aguas de Neptuno.

Despierto a pocos centímetros de la cabeza del compañero que descansa en la litera de abajo, se le escucha el respirar profundo después de una jornada de guardia en la mar. Salto de la cama sin apenas hacer ruido en un espacio de 3 metros cuadrados en el que nos alojamos 7 compañeros, aprovecho la soledad para estirarme un poco y a continuación lavarme la cara en un pequeño lavabo ubicado en el mismo alojamiento. Éste es uno de los placeres a bordo teniendo en cuenta que tomamos una breve ducha de 3 minutos cada 2 - 3 días, es necesario optimizar el consumo de agua a bordo de la nave.

Salgo al pasillo iluminado por luces rojas que nos indican que aún no ha salido el sol, sin apenas gente despierta, tan solo escucho hablar a la guardia de la Cámara de Mando mientras a su vez cumplen con las tareas propias de la misión.

Mientras me hago un café bien cargado para empezar con fuerza la jornada todavía bajo las oscuras aguas de la noche, enciendo el ordenador en el cual podemos ver los correos diarios de nuestras familias, sin duda la mayor de las fuerzas que nos mantiene activos a bordo. Tras el café y la absorción de energía que produce el saber que velan por nosotros y nos esperan en casa, ¡empezamos la jornada!

Buenos días al personal de guardia, faltan pocos minutos para para empezar la exploración para subir a cota periscópica; ya se nota la tensión, todo el personal ya está en sus puestos, silencio, responsabilidad y profesionalidad para los 10 integrantes que conforman la guardia de la cámara de mando.

Sube el periscopio que rompe la superficie tras pasar la noche sumergidos en las frías aguas del mes de noviembre, El Comandante da libre, no hay contactos a la vista.

Comienza la vida normal a bordo ya con el interior iluminado por cálidas luces blancas, se sirven los desayunos por cámaras, comienza el tránsito por el único y estrecho pasillo en el que debes hacerte a un lado y facilitar el paso cuando te cruzas con un compañero, empieza la actividad con los relevos y dar así salida a los compañeros de la guardia nocturna.

El equipo de cocina comienza con los preparativos para empezar a cocinar la comida que nos mantendrá· con energía el resto del día, el menú de hoy: Marineras y Michirones para los 64 integrantes del Submarino Tramontana.

Tras la deliciosa comida, da comienzo la sobremesa en la que los cafés van y vienen, las cartas y las fichas de dominó salen a jugar, los más conservadores aprovechan para dormir la siesta y los mas activos no dejan escapar la ocasión de ejercitarse un poco en lo que llamamos gimnasio, un espacio muy reducido con una barra de dominadas y un par de mancuernas.

Después de pasar la tarde, se inicia el reparto de la cena, posteriormente se incorpora una nueva guardia que continuará con los cometidos que requiere la misión, 24 horas y 35 días, sin descanso.

Dando rondas periscópicas, con ilusión, entrega y dedicación a nuestra Armada, así se pasan los días entre las aguas y el cielo, esperando el momento en que a través del periscopio veamos Cartagena y a nuestras familias en el muelle, nuestra vida nos espera.

Un Marino, Un Almeriense, Un Español.



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Vida a bordo, 17 de noviembre de 2020.

Algunos le llamamos tubo, otros barco, e incluso submarino en alguna ocasión pero aquí estamos en este pequeño hogar metálico rodeado de tuberías y equipos. Han pasado ya varios días aunque es complicado saber si llamarlo día o noche sin ver el sol o la luna, yo mismo opté por decir que todo se trata de un solo día pero muy largo.

La vida a bordo es sencilla, desde que uno se levanta por la mañana en la proa y sale corriendo con los ojos inyectados en sangre hacia el baño para no dejar escapar el pipi en el pasillo y llega allí y se encuentra a unos cuantos bailando, vaya fiestas se montan en el comedor de marinería a todas horas pensaréis, pero ¡¡¡nooo!!! está hasta el comandante en pijama esperando a que los mecánicos acaben de “soplar”. Comenzamos la jornada laboral con un buen desayuno; café, zumo, bollos, cereales, galletas, leche con cola-cao y si es domingo crepes para todos (algunos han contabilizado hasta 5 en una sola sentada) no falta de nada.

Vamos a ocupar los puestos para la guardia de mar, algunos vamos a la cámara de mando, otros a la central de máquinas, los hosteleros a su imprescindible faena. Se empieza a escuchar ruido en la cocina, seguramente el cocinero peleándose con el ranchero, no acaban tirándose de los pelos por la falta de este en la cabeza del chef pero no pelean en serio, siempre son capaces de estar de broma y de sacar más de una sonrisa o incluso carcajada a los demás miembros de la familia.

Me asomo por máquinas y veo al marinero ocupado en sus apuntes mientras escucha el ruido del motor que rompería la concentración de cualquiera. Volvemos sobre nuestros pasos y de vuelta por el comedor de marinería tenemos a otro buen marino enganchado al ordenador escribiendo correos a la familia desde nuestro único medio de contacto con ellos, con vosotros, mientras se escucha de fondo la canción “sin pijama” (otra vez).

Aquí andar se empieza a hacer bastante cuesta arriba, estamos subiendo a para hacer snorkel, me quedo ojiplatico de ver la marabunta de gente que viene al vicio y que casi me llevan por delante, con suerte me consigo refugiar en el comedor de suboficiales, allí hay siempre un mínimo de 3 jugando a la consola como niños de 12 años, con los piques y cachondeo que ello trae. Cuando consigo salir y paso por la camareta de cabos primeros veo algo curioso, uno de ellos escondido en una esquina está experimentando con lo que parece un coche de juguete, se está preparando para la tradicional carrera que se hace en el pasillo. Esta carrera es peor que la F1 ya que cada equipo guarda sus diseños celosamente sin dar pistas a los otros participantes (tomo nota, me gustan esas ruedas).

Estoy consiguiendo llegar a la cámara de mando y hago una parada en el comedor de oficiales, allí están jugando a las cartas, el campeonato de Mus está en marcha y está bastante reñido, aunque de vez en cuando rompen la concentración viendo la isla de las tentaciones que está más interesante.

Por fin llegó a mando sin olvidarme se saludar a mi compañero radio que es el que envía mi correo a la familia y amigos (manda el mío primero que no me llegan bien). El sitio más fresco del submarino es sin duda el ventilador que está encima de la mesa de la carta, aquí me pierdo entre tanto equipo y gente así que me acerco a los timones donde otro compañero lleva el rumbo y la profundidad con toda la calma, pero atento, aunque mando es un sitio serio, el buen ambiente es latente aquí.

Bueno, he llegado al sitio donde duermo, la proa, aquí comparto habitación con 31 compañeros nada más, también hay algún que otro torpedo, botellas de agua, leche, pan, un motor en marcha (perdón, es un compañero y su dulce sueño) y una sombra inquietante en lo más profundo de la proa, pongo cara de susto en la oscuridad así que me acerco para descubrir que se trata de otro de mis compañeros haciendo uso del improvisado gimnasio que hay allí montado y que permite a los más sanos mantener sus marmoleas figuras a punto para el verano.

Con todo esto va llegando la hora de comer así que voy a volver corriendo al comedor para pillar sitio y zamparme el manjar que nos haya preparado nuestro cocinero. Cuando llego ya hay uno de mis compañeros poniendo la mesa mientras que los dos reposteros se encargan de los comedores de oficiales y suboficiales. La comida sin lugar a dudas es lo mejor del día lo que me da a pensar que de seguir a este ritmo al llegar a puerto seré más persona, por lo menos algún kilo más de persona.

Acabo de comer y el ranchero friega todos los platos y nos va pasando los vasos para el café tan necesario también para las horas de trabajo, tengo que darme prisa porque no soy el único que piensa así y va formándose la cola alrededor de la cafetera.

Ya con el café en el cuerpo toca entrar de guardia así que voy a mi puesto de trabajo esperando que todo siga tan bien como hasta ahora y pensando ya en la hora de cenar.



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Casi una semana ha pasado ya, y se dice pronto, desde que salimos de Cartagena en demanda de las aguas del Mediterráneo para cumplir con nuestra misión. Todavía se ve a la gente emocionada, casi hablando incluso en futuro de la próxima salida a la mar, aunque ya la estemos llevando a cabo. No es del todo extraño tampoco escuchar por los "corrillos" expresiones tales como: ¡una semana aquí, se nos ha pasado volando! o ¡si parece que es ayer cuando salimos! que demuestran que, a pesar de estar 24 horas debajo del agua, el tiempo no pasa tan despacio como parece.

Caminar a popa del submarino es como vivir en un mundo diferente, quién me iba a decir a mi que, desde mi humilde morada en la proa, caminando escasos 40 metros a popa rumbo al servicio me iba a encontrar tantas historias, tantas situaciones. Apenas salgo de mi cama y a poco tropiezo con un deportista, que aprovecha los últimos minutos previos a entrar de guardia haciendo unas flexiones, dice que conviene estirar el cuerpo y hacer deporte.

A lo largo del pasillo atravieso la cámara de mando, donde la gente que está de guardia hace su trabajo y después, empiezo a ver vidas a través de partidas de ajedrez, películas y aperitivos que se sirven a cualquier hora en las diferentes cámaras. Resulta interesante ver cómo, en pleno siglo veintiuno, aún existen rincones en el mundo donde no llega la cobertura y los juegos de mesa y los libros se hacen hueco en el día a día. Las conversaciones entre amigos, las historias, la familia y las anécdotas durante la hora de la comida desplazan a las pantallas y a las redes sociales, que lejos de echarse de menos, se echan de más.

Lo más curioso es que, da igual la hora que sea del día siempre suelo escuchar alguna risa que se escapa de una conversación. Aprovecho para preguntar cuál será el menú del día para hoy y como no, de nuevo me quedo sorprendido, pero la cocina la dejaremos para otro día, que ya es mi turno y me quiero volver a dormir.¡ Buenas noches, o buenos días!

    

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