Cuaderno de Bitácora

XXVII Campaña Antártica.- BIO "Hespérides" (A-33)

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‘Hespérides’ (A-33)
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‘Hespérides’ (A-33)

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo 002 con viento bonancible moderado del sureste, mar marejada, mar de fondo del sur, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

Tras recoger la última estación del proyecto SAGA Rec durante el día de ayer, reanudamos nuestro tránsito a rumbo Norte, al lugar donde fondearemos el día 28 en torno al mediodía nuestro último sensor oceanográfico de la campaña, un transceptor acústico conocido por el acrónimo inglés PIES. Mientras tanto, la jornada transcurre con los suaves vientos alisios del Hemisferio Sur empujándonos por la aleta de estribor y el sol brillando en un cielo cada vez más nuboso, síntoma claro de que, lentamente, abandonamos la estabilidad de las latitudes tropicales para recalar en la cálida y chubascosa región ecuatorial. Como anticipándonos lo que está por venir, un par de débiles y breves chubascos desfogan sobre nosotros en pocos minutos, pintando un hermoso arcoíris que muere en la superficie del mar a unos pocos cientos de yardas de nosotros. Disfrutemos del sol y del clima veraniego mientras podamos, antes de que las lluvias nos amarguen el régimen de playas o –peor aún- que Neptuno descubra que hemos vuelto a traer neófitos a sus dominios.

Hace varias jornadas que hemos superado las costas de Namibia y Sudáfrica y es ahora el litoral angoleño la principal masa terrestre que tenemos cerca. Antigua colonia portuguesa, Angola era uno de los principales puertos de recalada de los navegantes lusos que emulaban a Vasco da Gama para alcanzar las Indias Orientales explotando la mitad del mundo que les concedía el Tratado de Tordesillas. Estos marinos de antaño recorrían la costa africana navegando a un largo los vientos que ahora recorremos para, una vez en Cabo Verde, ganar poniente a lomos de los alisios septentrionales efectuando la maniobra que conocían como “volta do mar largo”, en la que se alejaban de las costas europeas para poder subirse en los vientos hacia poniente de la célula climática templada que les devolvieran al continente. Los marinos del siglo XV eran auténticos precursores del estudio climatológico moderno, haciendo ciencia aplicada a las necesidades de navegación oceánica que tenían las carabelas portuguesas y castellanas.

En esta ruta destaca un nombre propio, el de un español al servicio de la corona portuguesa: Juan de Nova. Este gallego fue otro más de los numerosos castellanos o portugueses que se pusieron al servicio del rey vecino, una auténtica pugna por atraer el talento en una época en la que los reinos ibéricos exportaban su impulso reconquistador allende los mares; bien fuera Aragón por el Mediterráneo, o Castilla y Portugal por el Atlántico. Juan de Nova mandaba la tercera expedición portuguesa a la India, donde estableció varias factorías coloniales y fue en su viaje de regreso por estas aguas cuando se ganó un espacio en estas líneas. Siguiendo los alisios australes, Juan de Nova fue el primer ser humano que avistó dos pequeñas islas del Atlántico Sur: isla Ascensión y otra que se convertiría en un lugar célebre cuatro siglos más tarde: Santa Helena.

Y es que durante la noche de hoy hemos dejado, a unas 250 millas náuticas por nuestro través de estribor, el pequeño islote que sirvió de destierro y de última morada al genio militar que fuese Emperador de Francia y señorease los campos de batalla de toda Europa: Napoleón Bonaparte. Tras dominar el continente y desgastarse en la fallida invasión de Rusia y la guerra de España, una amplia coalición de naciones europeas se alzó para derrotar a Napoleón, forzarle a abdicar y enviarle al exilio en el islote italiano de Elva. Sin embargo, mantener al hombre que había imperado sobre tantas naciones encerrado en una pequeña ínsula era como tener a un león enjaulado, y Napoleón aprovechó la primera oportunidad que se le presentó para volver a Francia, donde seguía teniendo numerosos partidarios, y encabezar un nuevo ejército que finalizase con el nuevo orden mundial establecido por los vencedores. Una nueva coalición anglo-prusiana puso fin a estos cien días de regreso triunfal en los campos de Waterloo, y Napoleón fue enviado hasta aquí, en el último confín del Imperio Británico, para mantenerle lo suficientemente lejos como para que no volviese a dar problemas. Santa Helena vería al antaño emperador escribir sus memorias y pasar sus últimos días antes de fallecer aquejado del estómago, probablemente, fruto de un lento envenenamiento. Sus huesos descansan hoy en París, en los Inválidos, con todos los honores que Francia le brinda al autocoronado Emperador que, en nombre de la Revolución, dejó huella de su maestría militar en los campos de batalla y en los cementerios de toda Europa.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo norte con viento bonancible moderado del sur, mar marejadilla combinada con mar tendida del sur, cielo mayormente despejado y buena visibilidad.

Nuestra navegación por aguas tropicales comienza tras atravesar, anoche, la línea que marca el inicio de la zona climática cálida global en el Hemisferio Sur. Con el sol ocupando el cénit de la bóveda celeste continúa nuestra navegación a rumbo norte en demanda las dos citas que aún tenemos pendientes con el proyecto SAGA REC y para recorrer las más de 3.000 millas náuticas que aún nos separan de nuestro siguiente puerto: Funchal. Aunque ya hemos superado la mitad de esta larguísima navegación en la que salvaremos la inmensa distancia que separa el Río de la Plata de Portugal, estas singladuras trasatlánticas, como la primera que efectuamos entre Cartagena y Mar del Plata, suelen costarle al “Hespérides” un mes de navegación y desafían la autonomía del veterano buque oceanográfico de la Armada, que ya cuenta con más de treinta años de servicio en sus cuadernas. Por si este desafío logístico y marinero fuese poco, SAGA Rec nos exige hacer una serie de muestreos en aguas de Uruguay antes de comenzar un bordo navegando miles de kilómetros hacia el Este para recoger las estaciones colocadas a lo largo del paralelo 010º W. En total vamos a recorrer, en poco más de treinta días, más de una tercera parte de la vuelta al mundo, un esfuerzo para las capacidades actuales del buque, fatigado tras casi seis meses de Campaña, que no nos deja mucho margen de maniobra para esperar a que escampen las adversas condiciones meteorológicas o a adaptarnos a contingencias de cualquier otra índole que puedan surgir.

A primera hora de la mañana alcanzamos la tercera y última línea del proyecto SAGA Rec que resta por ser recogida desde su fondeo en aguas del Océano Atlántico Sur. Tras la recogida de los dos primeros sensores de este tipo, la complejidad de una maniobra que nos daba cierto respeto hace apenas una semana ya está completamente superada. En las reuniones de planeamiento previas a la campaña se hablaba de reservar hasta 24 horas para la recogida de cada estación, reducidas a doce en el planteamiento final, considerando el tiempo necesario para activar el disparador, esperar a que la hilera de boyas saliesen a la superficie, localizarla y cobrar cuidadosamente de los dos kilómetros de cable para recibir cada uno de los termosalinómetros a bordo en perfectas condiciones. Anteayer, esta maniobra sólo requirió de unas escasas cinco horas. Sin embargo, la última ristra de correntímetros y CTDs –sensores de conductividad y temperatura- es algo diferente. Ayustado en paralelo a uno de sus ramales de cadena se encuentra flotando, suspendida en el seno del océano, una trampa de sedimentos que pertenece al proyecto Pyrowind, un viejo conocido de la Campaña Antártica del año pasado. Se trata de un tubo de algo más de dos metros de altura con un embudo en su interior y que sirve para recoger los sedimentos pirogénicos, generados en los incendios de la foresta tropical africana y amazónica que caen al mar y van descendiendo, suavemente, hasta las llanuras abisales. La trampa está dotada de una roseta de doce tubos que almacenan la ceniza recogida por el embudo por turnos, rotándose bajo la acción automática de un disparador que los rota al terminar cada uno de los meses del año.

La última hilera de sensores oceanográficos se recoge sin ningún incidente que sea digno de reseñar. Había apuestas sobre cuantos sensores iban a poder ser recogidos esta Campaña, ya que la experiencia de los técnicos de la UTM dictaminaba que uno de cada cuatro disparadores no cumplía su función y dejaba, para siempre, el preciado material científico anclado al lecho oceánico. Esta porra la perdieron los escépticos que se figuraron que, tras dos años en el fondo marino, la corrosión y el óxido habrían hecho mella en el mecanismo disparador de alguno de los sensores oceanográficos, poco después de las nueve de la mañana, cuando desde el puente de gobierno se comprobó que la primera boya amarilla había emergido sobre la superficie. Pocos minutos después, tras ser remolcada por la zodiac hasta el pórtico de popa, el cable ya se está recuperando a bordo con cuidadosa lentitud y efectuando las preceptivas paradas que buscan asegurar la integridad de los diferentes sensores oceanográficos, particularmente de la aparatosa pero sensible trampa de sensores, un recuerdo de proyectos del pasado desempeñados en aguas como las que surcamos hoy, hace aproximadamente un año. La celeridad con la que se efectúa la maniobra nos permite mantenernos efectuando estacionario en el punto donde estamos durante unas tres horas más, tiempo suficiente para calar nuestro CTD hasta los 4.600 metros de sonda que hay en la llanura abisal atlántica, con el objetivo de cotejar sus lecturas con las recopiladas por los termosalinómetros que llevan aquí sumergidos más de dos años.

La noche cae con un bonito atardecer con el buque navegando de nuevo a rumbo norte para alcanzar nuestro siguiente objetivo; el último de la Campaña SAGA REC, ya cerca de los 10º de latitud sur.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo norte dando un andar de diez nudos con viento bonancible moderado del sur, mar marejadilla combinada con mar de fondo del sur, cielo despejado y buena visibilidad.

Con la tenue luz crepuscular de los primeros compases de la noche iluminando la toldilla se completó hace unas horas la recogida de la segunda línea de sensores oceanográficos del proyecto SAGA rec y el “Hespérides” comenzó su tránsito navegando a rumbo norte, prácticamente a caballo del paralelo 010º W. Nos encaminamos al tercer y último fondeo que debemos retirar, ya que la cuarta estación está reservada únicamente a la instalación de un nuevo sensor oceanográfico y a un muestreo empleando el CTD de a bordo. Esta tercera línea de sensores no es idéntica a las dos que ya hemos recuperado, sino que guarda una pequeña peculiaridad. Desplegada en paralelo a la ristra principal de correntímetros se encuentra una trampa de sedimentos de dimensiones semejantes a las de una persona adulta que suman una pequeña complicación a una maniobra que ya teníamos trillada. De forma aproximadamente semejante a un embudo, sirve para recoger las partículas que van cayendo al fondo del mar desde la superficie y almacenarlas en una roseta de tubos de muestreo. Esta trampa de sedimentos es un recuerdo de viejos conocidos del “Hespérides”, ya que pertenece a los investigadores del proyecto Pyrowind, un estudio de la propagación de la ceniza y los productos de combustión pirogénicos procedentes de los incendios en bosques tropicales de África y Sudamérica a través de la región atmosférica tropical, conocida como célula de Hadley. Y sí, hablamos de climas tropicales porque la nueva estación se encuentra en latitud 21º Sur, bien dentro de la zona cálida y bastante por encima del Trópico de Capricornio.

El Trópico de Capricornio se encuentra en el paralelo 23º 26’ sur y es la línea imaginaria que une todos los lugares más meridionales donde el sol se encuentra en el cénit celeste durante, al menos, el solsticio de verano austral. Esta línea es uno de los cinco paralelos significativos terrestres, por lo que juega un papel clave en la delimitación de las zonas climáticas de la Tierra junto con el Trópico de Cáncer, el Ecuador y los dos Círculos Polares. En este caso, el Trópico de Capricornio delimita la zona tropical del hemisferio Sur y es el eje que vertebra todos los anticiclones de esta mitad del globo, indicando la presencia de lugares cálidos y, generalmente, muy secos. No en vano, si seguimos esta línea en un mapamundi nos encontraremos con grandes desiertos en casi cualquier masa de tierra atravesada por ella: el desierto de Namibia, el de Australia o el lugar más árido de la Tierra: el desierto chileno de Atacama. El rimbombante nombre de este paralelo, al igual de su análogo boreal, se encuentra pasado de moda por más de dos milenios. Y es que estos nombres responden a la observación que efectuaron los antiguos griegos de que, cuando el Sol alcanzaba el solsticio de verano -en cada Hemisferio- encontrándose en el cénit de la bóveda celeste, coincidía con el lugar que, de noche, ocupaba la constelación de Capricornio. Hoy, por efecto de la nutación terrestre y del lentísimo pero inexorable desplazamiento de las estrellas en expansión a lo largo y ancho del Universo, Capricornio no se encuentra en el lugar que veían los griegos clásicos, pero ese nombre tradicional ya perdurará para siempre.

No es hasta las 21:06 horas de la noche que no alcanzamos este hito remarcable. Las horas que precedieron a este momento desde el comienzo de la singladura transcurrieron, una vez más, sin ningún sobresalto que las alterase; cumpliendo con el horario establecido de trabajos por la mañana para poder disfrutar del sol y de las temperaturas en aumento a medida que nos aproximamos al Ecuador. En vista del calor que hace y que esto no va a hacer más que empeorar, ya hace unos días que se extendieron sobre cubierta de vuelo dos rollos de césped artificial y que el Segundo Comandante autorizó régimen de playas para todo el personal franco. Aquel que lo desee puede salir a exteriores en ropa de deporte a tomar el sol, leer o hacer deporte, e incluso refrescarse si se instala una pequeña manguera conectada a la alcachofa de una ducha en una de las bandas. Y es que, tras tantos meses de falso verano en la Antártida, las altas temperaturas es lo que nosotros más apreciamos del Trópico de Capricornio, únicamente precedido de una cosa: que su cruce es un hito geográfico que indica, inequívocamente, que navegamos a rumbo Norte.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo norte a diez nudos de velocidad con viento bonancible moderado del sur, mar marejada combinada con tres metros de mar tendida de dicha componente, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

Por fin hemos podido estrenarnos en este nuevo proyecto con la actividad principal de SAGA Rec: la recogida de sensores oceanográficos instalados en pasadas campañas oceanográficas. Ya hemos mencionado que SAGA responde al acrónimo South Atlantic Gateway, en referencia al aporte de agua ajena a este Océano que accede aquí por su entrada austral, y su ejecución ha constado de varios proyectos de muestreo a bordo del “Sarmiento de Gamboa” y del propio “Hespérides”. Estas campañas también estuvieron denotadas con el nombre SAGA más un apellido que indicaba la longitud o la latitud geográfica en la que se efectuaron. Entre ellas, en la campaña SAGA 10W se realizó el fondeo de estos correntímetros que van a ser retirados ahora, en nuestra SAGA “Rec”: en referencia a la última tarea restante de esta serie de proyectos: la recuperación o recovery de los instrumentos fondeados.

La mañana transcurre de forma tranquila, transitando para recorrer las más de doscientas millas náuticas que separan ambos puntos de muestreo. Tan solo las rítmicas olas de la mar de fondo alteran la quietud de un mar azul que se funde con el horizonte. Mañana tranquila, sí, pero navegando a buen ritmo. El tiempo perdido en la primera estación no nos deja relajarnos ni un momento si queremos cumplir con las fechas estipuladas para el desarrollo del proyecto, lo que requiere el empleo de todos los generadores disponibles para dar los once nudos de avance que necesitamos para llegar esta tarde al segundo punto de recogida.

En esta ocasión, el calendario se cumple al pie de la letra y todo sale según estaba previsto. Aún no eran las cuatro de la tarde cuando alcanzamos los 27º 30’ de latitud sur donde se encuentra fondeada la segunda estación de instrumentos y, pocos minutos después, el dispositivo liberador ya nos ha respondido dando cuenta de su profundidad. No fue a la primera, pero sí a la segunda orden de liberación cuando el gancho disparador cumplió su función y permitió la salida a flote de la ristra de correntímetros y CTDs que llevaban dos años registrando la conductividad, la temperatura y la salinidad del agua en esos estratos tan profundos del océano. Tras localizar los boyarines en superficie, la recogida de esta línea marcha con agilidad según avanza la tarde gracias, en gran medida, a la experiencia adquirida durante la azarosa primera estación.

El sol ya se ha puesto en el horizonte, tiñendo de un bonito color rojizo el cielo subtropical, con las últimas decenas de metros entrando a toldilla a través del pórtico de popa del buque. Esta estructura cuadrangular es la más resistente de cuantas dispone el “Hespérides” para el laboreo de maniobras científicas y se emplea para el cobrado –por popa- de esas maniobras e instrumentos científicos que precisan ser remolcados o que tengan mayores dimensiones. De esta guisa entra a bordo el racimo de boyas que marcan el final de la línea, anejas al dispositivo disparador, y dan por concluida, en menos de cuatro horas, la recogida del segundo anclaje del proyecto.

Aunque el trabajo del personal de la dotación termina con el embarque de estos sensores y el buque es libre para reanudar su tránsito, el trabajo no ha hecho más que empezar para los técnicos de UTM y científicos embarcados. Los primeros deberán acometer las tareas mecánicas consistentes en el limpiado, el mantenimiento y el reacondicionamiento del cable, las boyas, los disparadores y demás elementos que forman la estructura que pone en su sitio los sensores para que realicen su función. En cuanto a los científicos, su misión ahora consiste en extraer los datos recabados durante dos años para analizar la procedencia de las masas de agua que acceden al Atlántico Sur, analizando de esta forma el intercambio que se da entre las regiones oceánicas tropicales y subantárticas y contribuyendo de forma completamente innovadora a la capacidad de la comunidad científica de comprender el funcionamiento de la cinta transportadora global.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando en hipódromos en torno a la posición del primer fondeo de correntímetros del proyecto SAGA Rec con viento bonancible moderado del sur, mar marejada, mar tendida de 2,5 metros procedente del suroeste y buena visibilidad.

Por fin, y tras 36 horas de espera, ha llegado el día de la verdad. Hoy veremos si esta larguísima navegación de más de 2.000 millas hasta el primer punto de muestreo del proyecto ha servido para algo o hemos recorrido más de la mitad del vastísimo Océano Atlántico Sur en balde. Ya no tenemos más tiempo que perder si queremos cumplir con nuestros plazos, y la recogida de la ristra de correntímetros que hemos venido a buscar debe hacerse hoy sin más dilación. Como mencionábamos en otras singladuras, esta línea de sensores se encuentra unida a un peso muerto y asciende flotando a la superficie al accionar un disparador acústico cuya función es liberarla del lastre que la mantiene anclada al lecho marino. Para activar este mecanismo se emplea un hidrófono que emite un tren de pulsos acústicos codificados para comunicarse con el gancho disparador y liberarlo. Sin embargo, el éxito de la maniobra no está ni mucho menos garantizado. Según los técnicos de la UTM más experimentados, uno de cada cuatro líneas submarinas no vuelve a la superficie por efecto de la mar, las corrientes y el ambiente salino al que llevan sometidos estos mecanismos durante cuatro años. A esto hay que sumar que la recogida de líneas tan largas, de dos kilómetros de largo emplazadas en sondas tan profundas, es una maniobra del todo inusual, hasta el punto que nunca nadie de a bordo la ha efectuado antes en estas condiciones.

No obstante, hay motivos para el optimismo. Apenas el alba comienza a pintar con sus tonos anaranjados el cielo por el este, el hidrófono se sumerge para interrogar la distancia a la que se encuentra el sensor, confirmándonos que éste se encuentra justo por debajo de nosotros. Sin embargo, cuando se emite la primera orden de liberación, las cosas se empiezan a torcer. Los primeros boyarines tardan poco menos de una hora en emerger a superficie, tiempo durante el cual la distancia al disparador debería reducirse paulatinamente mientras éste sube. No obstante, ésta se mantiene, impertérrita, en los 4.000 metros de distancia que lo separan de nosotros. Es como si alguno de los ganchos se hubiese atorado, manteniendo todos los preciados sensores amarrados irremediablemente al lecho marino. La desesperación de los científicos es ya palpable y todo apunta a que la primera estación del proyecto va a saldarse con un sonoro fracaso hasta bien entrada la mañana. Ya es uno de los últimos intentos desesperados de llamar al sensor antes de tirar la toalla cuando, por fin, el disparador devuelve una respuesta esperanzadora: está 3.500 metros de profundidad.

Pasa poco más de una hora hasta que, pasado ya el mediodía, mostrándose y ocultándose entre la mar tendida emerge sobre la superficie marina la primera de las boyas amarillas. El disparador se hizo el remolón un buen rato pero, en última instancia, cumplió la función para la que estaba diseñado. La parte más crítica ha pasado ya, ahora únicamente queda la tarea que atañe al personal de cubierta; enganchar la tira de cable a uno de los chigres del barco para, poco a poco, cobrar del mismo hasta recuperar la hilera a bordo por completo. Empleando la zodiac la primera de las boyas amarillas se aproxima hasta el espejo del buque desde donde allí, poco a poco, se tira del cable cuidadosamente mientras nos detenemos cada cierto tiempo para liberar las boyas y los sensores científicos que están engarzados al mismo, separados entre sí varios cientos de metros.

Es una maniobra larga y algo tediosa, particularmente por tratarse de la primera vez que se hace algo de este tipo y por los numerosos líos que se ha hecho el cable mientras flotaba batido por las olas y el viento. Con todo, despacito y con buena letra, se va aclarando la maniobra para tener el último grupo de boyarines a bordo antes de las siete de la tarde, apenas media hora antes de que el sol se ponga, ha sido una jornada larga para todos.

El ocaso cae, poco después de las siete de la tarde, y bajo un cielo completamente despejado por el costado de babor de un “Hespérides” que pone proa a la siguiente estación, ubicada a unas doscientas millas de distancia y, lo que es más importante, navegando, ya por fin, a rumbo Norte.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de regular cariz navegando en hipódromos sobre el punto de fondeo del primer sensor del proyecto SAGA REC con viento frescachón del oeste, mar fuerte marejada con áreas de mar gruesa, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

Tras arribar a la primera estación de recogida de las líneas de sensores oceanográficos del proyecto ayer por la tarde, las condiciones meteorológicas y las escasas horas de luz restantes antes del ocaso nos hicieron desechar la idea de comenzar la recogida del sensor ayer mismo por la tarde. Además, aunque el pronóstico meteorológico traía buenos augurios para la jornada de hoy, sábado, una vez que los últimos coletazos de la borrasca situada al sur de nuestra derrota hayan pasado de largo esta noche.

La llegada del anunciado frente se materializa ya bien entrada la madrugada, cuando un role del viento al WSW golpea con más de treinta nudos de intensidad el buque y abundantes chubascos cierran la visibilidad muy notablemente. La tempestad dura unas pocas horas pero, aunque las precipitaciones escampan, los vientos duros se muestran más reticentes de lo que se esperaba a abandonarnos. Al alba, viento de poniente de más de 25 nudos sigue desbancando los moderados nudos que se tienen como criterio no go para reclamar la subida del sensor a superficie. La recogida del sensor se pospone, una vez más, hasta el mediodía.

Sin embargo, la tarde no llegaría con buenas noticias tampoco. El viento entablado en veinte nudos levanta oleaje duro, al que se suman los casi dos metros de mar tendida del sur, y que hacen que la recogida de la estación se posponga, otra vez, hasta mañana por la mañana. El calendario apremia, pero de nada sirve comenzar una maniobra en unas condiciones que ponen en riesgo la integridad del preciado sensor y, lo que es más importante, del personal de cubierta que lo manipula. Sin embargo, de mañana no pasa, y, de ser imposible su embarque a bordo por cualquier motivo, nos veremos obligados a abandonarlo aquí para no perder la oportunidad de recoger el resto. La buena noticia es que el transceptor acústico que equipa el sensor ha dado respuesta positiva en todos los intentos de comunicación efectuados, lo que nos da fundadas esperanzas de que su salida a superficie y recuperación va a poder efectuarse sin más sobresaltos de los que ya llevamos.

Con esta determinación tomada, la noche de sábado se postula en el mismo lugar que pasamos esta madrugada viernes haciendo exactamente lo mismo: esperar en una demora que se prolonga ya por más de 36 horas a causa de las desapacibles condiciones meteorológicas que nos envían los siempre bravos mares del Sur.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo 086 dando un andar de 9.5 nudos con viento fresquito del noroeste, mar fuerte marejada, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

Tras casi diez días navegando a rumbo y velocidad constantes, once singladuras desde que saliésemos de Buenos Aires, por fin llegamos a nuestro destino. Ha sido un tránsito de 2.050 millas náuticas, distancia similar a la que media entre Madrid y Moscú que, por fin, termina esta tarde. Para eso ha sido clave el empleo de un tercer generador de electricidad –en reserva hasta ahora- que nos aportó dos nudos de avance muy preciados para poder cumplir el calendario. De no alcanzar nuestro objetivo entre hoy y mañana, el desarrollo del proyecto y la conclusión de la Campaña Antártica en los plazos establecidos habrían estado algo comprometidos. Como hemos visto estos días, en transitar de un punto a otro a las lentas velocidades de un barco se tardan muchos días, y continuamos estando muy lejos de España. Un mes después de abandonar la Antártida y recorrer toda la costa de Argentina aún estamos a 3.800 millas de Funchal, nuestro siguiente puerto, una distancia equivalente a la longitud completa de África.

Lo importante es que hemos alcanzado nuestro objetivo a tiempo, y eso nos pone en disposición de comenzar esta tarde a recoger la larga ristra de hidrófonos y correntímetros que describíamos en el Cuaderno de Bitácora de ayer. No es una maniobra sencilla. La hilera de instrumentación científica saldrá a superficie tras la activación de un disparador electroacústico que se abrirá tras la llamada de un hidrófono portátil. Una vez a flote, el larguísimo cable de dos kilómetros deberá ser recogido y puesto en el pórtico de popa del buque, desde el que se cobrará a bordo empleando un chigre, con especial cuidado en los puntos donde se encuentran los boyarines o los delicados instrumentos científicos. Así descrito brevemente, parece una maniobra trivial, pero la experiencia nos dice que nada más lejos de la realidad, máxime cuando, como parece que será, las condiciones meteorológicas no nos acompañen.

Efectivamente, al llegar la tarde, con el “Hespérides” efectuando estacionario sobre el punto de recogida, es el tiempo el que no quiere echarnos una mano. Veinticinco nudos de viento, mar fuerte marejada y oleaje tendido que nos mandan los cuarenta rugientes no son ni por asomo los mejores meteoros para realizar la maniobra. Además, apenas quedan tres horas antes del ocaso, lo que haría misión imposible encontrar la ristra de hidrófonos. Aunque la premura nos empujó a dar lo más del buque para llegar a tiempo, la realidad impera de nuevo. Por ello, nos vemos obligados ahora a contentarnos con hacer un ping de llamada al sensor con el hidrófono, para que nos conteste confirmando que está aquí y plenamente operativo –lo que no es poco- y a calar un CTD que servirá para comparar sus mediciones de conductividad temperatura y salinidad con las del sensor que se recogerá mañana, lo que permitirá a los científicos calibrarlo para hacer más fiables las lecturas recogidas.

Con el CTD ya de vuelta a bordo, el “Hespérides” comienza a hacer su maniobra habitual de navegación en hipódromos esperando que con la luz del alba el viento amaine y podamos comenzar la recogida de la primera de las cuatro estaciones del proyecto SAGA REC.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo 087º dando un andar de nueve nudos con viento fresquito del noroeste, mar fuerte marejada, cielo cubierto y buena visibilidad.

Un día más seguimos navegando a rumbo y velocidad bajo los embates de las olas de los siempre furiosos mares del sur. En esta fecha, que no pasa desapercibida para los amantes del rock nacional, también celebramos el cumpleaños de nuestra Capitán enfermera, Marta Holguín, quien conmemora su natalicio desde tres años más tarde de ese célebre 20 de abril del 90. En un despliegue tan largo prácticamente la mitad de la dotación sopla las velas de la tarta lejos de sus seres queridos. Solo en la última semana hemos celebrado los cumpleaños de tres de nosotros: el del contramaestre don Leandro, el del cabo primero Ricard, electricista de a bordo y el referido de la enfermera. Siempre que algún compañero cumple años, se incluye en un epígrafe la Orden Diaria que el Segundo edita y difunde cada día para que a nadie le pase desapercibido que esta jornada especial para uno de nuestros compañeros. Además, el Comandante suele entregarle un pequeño presente en nombre del barco para recordar esta fecha señalada que pasó en la mar, algo bastante común en nuestra profesión. No obstante, la lejanía de estar con los seres queridos queda mitigada por el calor que aporta la familia naval que formamos toda la dotación del “Hespérides”. Casi sin excepción, los más allegados de cada cumpleañero le organizan una pequeña fiesta para disfrutar de un buen rato entre amigos y tomar algo juntos, sin que falten ni tarta –preparada por ellos mismos o por la gente de cocina- ni los regalos, que aguardaban escondidos la llegada de estas fechas tan señaladas. Estos pequeños momentos de camaradería son los que hacen que ésta sea una profesión como ninguna otra. Como mencionábamos, son muchos días juntos de convivencia en la mar, lo que genera unos vínculos que hacen que en los que, parafraseando a un actor famoso, más que compañeros o amigos, tenemos familia.

Mientras el régimen interior del barco se relaja para disfrutar de estos pequeños momentos, el puente sigue dirigiendo manteniendo a rumbo este la proa del buque, que, solitaria, corta las olas de un mar en el que no hay ningún otro barco a la vista. Tan solo unos pocos chubascos y borreguillos adornan el color gris plomizo de un mar que refleja el anodino color de unas nubes que encapotan el Atlántico Sur hasta allá donde alcanza la vista. En vísperas de nuestra llegada al lugar donde está fondeada la estación de SAGA REC, se retoma la costumbre de efectuar reuniones diarias para coordinar las actividades científicas entre Comandante, Segundo, Jefe de Operaciones, Jefe Científico y el responsable técnico de la Unidad de Tecnología Marina. En otros días, en la Antártida, estas pequeñas reuniones servían para coordinar las actividades científicas entre los diferentes proyectos que se tenían lugar simultáneamente. Hoy, la mayor inquietud es la meteorología. Y es que el viento no amaina, sino que se espera siga soplando con intensidad en el punto de muestreo, haciendo peligrar el arriado de embarcaciones y la maniobra de recuperación de una estación que tiene mucha más complejidad de la que a priori puede parecer.

Las estaciones están formadas por una larga cadena de dos kilómetros de longitud a la cual se ayustan los diferentes elementos de medida. En un extremo de la cadena se afirma una rueda de tren para que actúe como y la ancle al fondo oceánico. A lo largo del ramal se encuentran colocados varios boyarines que le proporcionan flotabilidad positiva y permiten que la cadena flote sumergida en seno del océano enraizada al lecho marino como si de un alga se tratase. A lo largo de la cadena, engarzados a cierta distancia unos de otros, se encuentra su carga útil; los sensores de corriente, conductividad y salinidad que los investigadores del proyecto han venido a recuperar, trayendo de nuevo a la superficie los datos recopilados durante dos años, ocultos al ojo humano a más de cuatro kilómetros de profundidad. Por fin, tras ocho largas singladuras de tránsito, vuelve la actividad al proyecto y comienza el trabajo para los científicos de SAGA REC.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo 091º con viento fresquito del noroeste, mar marejada combinada con mar de fondo del sur, cielo cubierto y buena visibilidad.

Las veraniegas condiciones meteorológicas que nos acompañaron todo el fin de semana y se alargaron a lo largo de la mañana de ayer llegaron abruptamente a su final esta madrugada. Ya el brillo de las estrellas, emborronado por la humedad reinante, hacía presagiar un tiempo poco apacible. Así amaneció la mañana, con viento en aumento, nubosidad creciente y algún chubasco aislado para que no nos olvidemos de que, aunque estemos en latitudes subtropicales, ya es casi invierno en el Hemisferio Sur. Y es que, aunque haga calor, navegamos sobre la invisible frontera marítima entre dos regiones climáticas diferentes, trazada por el paralelo 30ºS y denotada por un rimbombante nombre: latitudes del caballo.

El origen de este topónimo se debe al recorrido que realiza el aire en la atmósfera para condicionar la regulación térmica del planeta Tierra. Se puede decir que el clima de cada Hemisferio de la tierra está conformado por tres células independientes: la célula de Hadley, comprendida entre el Ecuador y la latitud 30º -N o S-, la célula templada, hasta los 60º y, por último, extendiéndose hasta el mismo Polo, la célula climática polar. En cada una de ellas el aire asciende y desciende de forma cíclica según gana temperatura sobre el mar –perdiendo así densidad- para ascender al alcanzar uno de los extremos de esta celda en la que está comprendido. Este aire es reemplazado por aire frío y denso procedente de estratos superiores de la troposfera que cae en el límite opuesto de la célula climática. Así, en la célula cálida, el aire desciende desde capas superiores de la atmósfera en torno a los 30º de latitud para volver a ascender a ella en la zona de convergencia intertropical (ZICT) emplazada –más o menos- en torno al Ecuador. Y aquí nos encontramos, en latitud 32º S, una zona de masas de aire en descenso, es decir, de anticiclones. Estos núcleos de altas presiones, como el famoso Anticiclón de las Azores, suelen ser bien recibidos, ya que traen buen tiempo, estabilidad y vientos muy débiles. Pero, y aquí es donde llega el dichoso caballo, las encalmadas provocadas por los anticiclones de estas latitudes aterraban a los marinos de antaño, ya que dejaban clavados en el sitio durante largos periodos de tiempo a los antiguos barcos de vela. Para sobrevivir a estas inesperadas prolongaciones de la navegación, sus dotaciones se veían obligadas a economizar el agua dulce sacrificando a los sedientos caballos, los cuales, en ciertas ocasiones, llegaban a convertirse en alimento si la necesidad apremiaba.

A pesar de todo esto, el viento arrecia del noreste en esta jornada otoñal. En estos meses del año los anticiclones se retraen hacia el Ecuador, y las borrascas traen sus duros vientos hasta estas latitudes otrora temidas por las bestias de tiro, como la que sobreviene sobre nosotros durante la jornada de hoy. La jornada transcurre con el “Hespérides” dando pantocazos a los vientres de las olas en un mar repleto de borreguillos y perdiendo unos preciosos nudos de avance que hacen peligrar la fecha de llegada a la primera estación del proyecto SAGA el día 21 de abril.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumo 086 dando un andar de nueve nudos en demanda del meridiano 010º W con viento flojo del sur, mar marejadilla, mar de fondo del sursureste, cielo despejado y buena visibilidad.

Bajo un cielo estrellado comienza la nueva singladura navegando en busca del lugar donde reanudar -en tres días, Dios Mediante- los trabajos oceanográficos del proyecto SAGA REC. Parece que no avanzan los días si miramos, desde una escala suficientemente pequeña, la carta náutica que posiciona el “Hespérides” en medio de la enorme masa de agua que comprende el Océano Atlántico Sur. Y es que, tras una semana de navegación desde que abandonáramos Buenos Aires, no hemos recorrido ni la mitad de las 3.600 millas náuticas que separan el litoral uruguayo del cabo Buena Esperanza, emplazamiento geográfico de la capital histórica sudafricana de Ciudad del Cabo. Hemos narrado en numerosas ocasiones que no solemos ser conscientes, desde nuestro eurocentrismo, de las inmensas dimensiones de Argentina y Brasil, los países gigantes de Sudamérica. Una muestra más de ello se manifiesta claramente en la latitud que transitamos. Navegando desde Montevideo a rumbo este, no deberíamos alterar ni un ápice nuestro rumbo para superar el Cabo Agullas, el punto más meridional del continente africano. Sin embargo, para llegar a Ushuaia, el Fin del Mundo para los argentinos, hay que recorrer muchas más millas náuticas. Argentina crece más al Sur de ese punto proyectada por debajo del Río de la Plata, donde se extienden las vastísimas llanuras de la Pampa, en las que pasta y se cría el célebre ganado vacuno del país. Pero el país no termina aquí. A partir de Bahía Blanca se extiende la inmensa y árida Patagonia; un páramo yermo e inhóspito de más de 1.500 kilómetros de longitud poblado por guanacos y los pocos criadores de ganado ovino que resisten las durísimas condiciones de esa extensión. Décadas le costó al país del Plata conquistar y colonizar una región tan dura, afanado como estaba en sus primeros años como nación independiente en afirmar sus dominios en la riquísima región de la cuenca hidrográfica del Río de la Plata frente a todos los otros recién nacidos competidores que los ambicionaban. No fue hasta la victoria frente a Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza que no consiguieron esa estabilidad y unión interna que les permitió proyectarse hasta el Canal Beagle, donde fundaron Ushuaia, la ciudad del Fin del Mundo. De esta forma se constituyó una nación que se extiende desde los selváticos 21º de latitud S, en el corazón de Sudamérica, hasta los 55º S, la tundra subpolar que tanto conocemos.

Hoy por hoy, y hasta dentro de varios días, continuamos adelantando horas mientras quemamos millas navegando hacia el este. Son muchos días de navegación y supone un rodeo grande que podíamos ahorrarnos poniendo rumbo al noreste, pero necesario. Que el “Hespérides” esté en estas latitudes del Hemisferio Austral es una grandísima oportunidad que el CSIC no puede desaprovechar para recuperar estos sensores fondeados desde hace dos años y al límite de su vida útil. No recoger toda la ristra de hidrófonos, termosalinómetros y sensores fondeada frente a Sudáfrica este año, supone echar a perder todo el proyecto. Ya tendremos tiempo de navegar a rumbo norte, a caballo de nuestro perseguido meridiano 010º W.

Rinde la singladura sin más novedad.

    

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