Cuaderno de Bitácora

XXVII Campaña Antártica.- BIO "Hespérides" (A-33)

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‘Hespérides’ (A-33)
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‘Hespérides’ (A-33)

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo este con viento bonancible moderado del sursuroeste, mar marejadilla combinada con mar tendida del sur, cielo despejado y buena visibilidad.

La penúltima singladura dominical del mes de abril continúa con la tranquilidad propia de las últimas jornadas. Navegando a rumbo y velocidad fijos durante cuarenta y cuatro horas más bajo el influjo de las altas presiones -mucho más afirmadas sobre nosotros que ayer-, hoy sí que no hay una sola nube en el cielo que amenace con lluvias nuestro tránsito. Hasta la mar de fondo se modera un poquito por la tarde, estabilizando la plataforma, aunque procediendo del suroeste nos entra por la aleta, siendo ésta una de las componentes más incómodas para el buque. Con todo, el séptimo día de la semana transcurre con los acostumbrados cambios al menú -churros, paella…- que nos ayudan a diferenciar los días festivos del resto de jornadas que pasamos en la mar.

Tras un hermoso ocaso, merced a las prístinas masas de aire anticiclónicas, que tiñen el atardecer de tonos anaranjados y dorados, cae de nuevo una noche estrellada de miles de luciérnagas titilantes. Un día más navegando a rumbo este en estas latitudes análogas a las Islas Canarias del Hemisferio austral.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo 089º dando un andar de 9,7 nudos con viento bonancible moderado del suroeste, mar marejada combinada con mar de fondo del sursuroeste, cielo despejado y buena visibilidad.

El primer fin de semana de proyecto SAGA REC transcurre, como las jornadas anteriores, sin ninguna novedad. Un sol radiante preside un cielo de nubes aborregadas mientras el buque navega hacia levante en una jornada que tiene sabor a verano. Sin embargo, estas nubes cumuliformes esconden una velada amenaza: chubascos. Y es que cuando la nubosidad se desarrolla en formas verticales que se elevan miles de metros hacia arriba es cuando son más proclives a vaciar su contenido de forma virulenta en escasos minutos, muchas veces, acompañadas de tormentas. Estos son los típicos chubascos que se dan en regiones cálidas, como el Ecuador o las aguas subtropicales que estamos surcando, donde la elevada temperatura del agua la hace evaporarse con mayor facilidad y condensar dando lugar a las cálidas lluvias ecuatoriales.

Para celebrar el sábado aprovechando la ausencia de actividades científicas y disfrutar del magnífico día que hace, la comida se sirve en cubierta de vuelo; ya despejada de contenedores y carga con la salvedad de unas pocas cajas metalizadas pertenecientes al proyecto Polar Change y a la base “Gabriel de Castilla”. Son los Cabos Primeros los que toman la iniciativa y se lían la manta a la cabeza para organizar una barbacoa que dé un respiro a los quehaceres diarios del personal de cocina y regalarnos un aliciente para romper la monotonía de tantos días seguidos en la mar. Sin embargo, la amenaza contenida en las obscuras panzas de las nubes se hace realidad a media tarde. Un rápido y violento chubasco, ausente en su cita con el hombre del tiempo, desaloja en pocos minutos la cubierta de vuelo. Los briefings meteorológicos llevaban varios días advirtiendo de lluvias que nunca llegaban a materializarse, hasta hoy. Justo cuando un sol radiante hacía impensable la llegada de precipitaciones, el chubasco desfoga sobre nosotros con gruesas y calentorras gotas de aguas que baldean la cubierta en pocos minutos. Una vez más, el Oficial encargado de la previsión meteorológica echa mano de la manida frase que define la Meteorología como “el arte de predecir lo que va a suceder para luego explicar por qué no ha pasado”. Con todo, las lluvias no duran más que unos breves minutos, y el sol recupera pronto su lugar en lo alto del cielo vespertino.

La noche cae ya sin ningún hidrometeoro condensando sobre nuestras cabezas, y un manto estrellado nos vuelve a demostrar que no hay mejor sitio para observar el firmamento que una noche sin luna y despejada en alta mar. Las agradables temperaturas vespertinas -rebajadas por el imprevisto chapuzón- permiten prolongar la jornada festiva hasta la hora de la cena y servir la segunda comida en exteriores, iluminados en este caso, por los focos halógenos de la cubierta de vuelo. La fiesta termina sobre las nueve de la noche, momento en el que se desaloja la cubierta de vuelo para retomar esa precaución básica de seguridad que prohíbe circular por los espacios exteriores del buque en periodos nocturnos y con mala mar. Ha sido un día agradable, que sirve para recargar las pilas de esta larga singladura de más de un mes en desempeño del último proyecto de investigación de la XXVII Campaña Antártica.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo 088 dando un andar de 8,9 nudos en demanda de la próxima estación oceanográfica del proyecto SAGA REC con viento fresco del oeste-suroeste, mar fuerte marejada combinada con mar de fondo del sur, cielo mayormente despejado y buena visibilidad.

Durante las últimas horas de la madrugada la borrasca que nos lleva acompañando todos estos días da sus últimos coletazos para levantar olas jalonadas por numerosas crestas y rompientes que tiñen de un níveo color blanco la superficie del mar. Sin embargo, esta depresión ya está en las últimas y el barómetro -nuestro principal instrumento para prever de manera empírica la llegada de una tempestad- no hace más que confirmar esta tendencia. A medida que avanza la tarde, el viento pierde fuelle de forma gradual y, con él, la mar de viento que nos azotó hasta el mediodía. Irónicamente, la pérdida de intensidad del viento no sirve para estabilizar la plataforma, sino todo lo contrario: es ahora la mar de fondo la que acude presta a dar relevo a la fuerte marejada que hace unas horas sacudía estas aguas.

Los días de tránsito en demanda del paralelo 010º W se suceden sin sobresaltos. A fin de ajustar las horas de sol al reloj según navegamos a rumbo este, durante la mañana de hoy se realiza un cambio de huso horario “O” a huso horario “N”, el segundo cambio de hora que realizamos desde que hace tres días abandonamos el Río de la Plata. Los husos horarios resultan de dividir los 360º de circunferencia del planeta en veinticuatro “gajos” de 15 grados cada uno, a los cuales corresponden cada una de las horas del día. Una cosa es el huso horario geográfico, pero otra muy diferente es que los diferentes países adopten como horario oficial la que longitudinalmente les corresponde, en vez de hacer primar otros motivos culturales, políticos o económicos, para determinar el huso de referencia en el país. Este es, entre muchas otras naciones, el caso de España. Aunque nuestra longitud coincida con la del huso horario central, -el UTC o “Z”-, por razones de sincronización económica Madrid permaneció alineado con el eje Berlín-Roma-París, en lugar de compartir una “hora ibérica” con Lisboa. Como ya mencionáramos en nuestro tránsito de bajada, con nuestra vuelta al huso “N” -una hora menos que la UTC y tres menos que España- compartimos franja horaria con una minúscula proporción de la población humana, inferior al millón de habitantes y que se concentra, principalmente, en el estado archipelágico caboverdiano.

A las nuevas 19:05 horas tiene lugar el ocaso, el cual nos proporciona de una hora más de claridad en periodo vespertino. Sin embargo, la caída de la noche viene acompañada por un movimiento de balance y cabezada repetitivo, cansino y cada vez más pronunciado producido por una mar de fondo que ya casi alcanza los cuatro metros de amplitud al despuntar la medianoche. Su llegada es la única mácula de las benignas condiciones meteorológicas de origen anticiclónico que se pronostican para el fin de semana, las cuales muestran un firmamento estrellado presidido por la reina de las constelaciones del hemisferio austral: la Cruz del Sur.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo 091º dando un andar de nueve nudos con viento fresquito del suroeste, mar fuerte marejada combinada con mar de fondo del sursuroeste, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

La navegación continúa con la mayor cotidianeidad navegando en demanda del meridiano de longitud 010º W para cumplir con nuestro próximo compromiso en desempeño del proyecto SAGA REC. Los días pasan sin que ningún contratiempo altere la rutina diaria de guardias, trabajos y limpiezas del buque, navegando en tránsito hacia el citado meridiano donde se encuentran, fondeados hacia el Norte, cuatro pesos muertos de los que penden flotando, en el seno del océano, unos cuantos sensores que llevan dos años registrando los parámetros oceanográficos de una zona marítima tan importante para la regulación climática mundial y tan desconocida como es el Océano Atlántico Sur. En esta área discurre en paralelo al litoral africano la Corriente de Benguela, la cual cierra el círculo de las corrientes marinas de esta célula oceánica. La corriente de Benguela fluye en paralelo al litoral africano desde Ciudad del Cabo hasta fundirse en el Golfo de Guinea con la corriente ecuatorial que tuerce al oeste para cerrar un ciclo termohalino que recorre varios miles de millas que ya habíamos comenzado a surcar a rumbo suroeste en nuestro tránsito de bajada a la Antártida y que, con este proyecto, habremos navegado por completo surcando su componente hacia levante y hacia el norte. La importancia de esta Corriente no se circunscribe a un rol secundario dentro de la circulación marina del Atlántico Sur, sino que también juega un papel fundamental gracias al fenómeno del afloramiento. Éste consiste en el ascenso de masas frías de agua procedentes de los estratos más profundos del Océano que se elevan en las proximidades de la costa africana, reduciendo la temperatura de estas aguas y, lo que es más importante, aportando una suculenta cantidad de nutrientes y materia orgánica que alimenta riquísimos caladeros de pesca en las costas de Namibia, Angola y Sudáfrica… simétricos a los existentes en el litoral argentino. Este es el significado de las siglas del proyecto SAGA: South Atlantic GAte, en referencia a estos aportes de agua que entran al Atlántico Sur desde el Cabo de Buena Esperanza.

Con objeto de recoger la preciada información recopilada por estos sensores durante más de setecientos días continuamos navegando hacia levante. No llegaremos allí hasta dentro de casi una semana; el Océano Atlántico es una enorme masa de agua que requiere varios días para ser atravesada a las irrisorias velocidades a las que navega el “Hespérides” -como cualquier otro barco- si las comparamos con un vehículo terrestre o un aeronave.

La singladura transcurre plácidamente, en una latitud subtropical que nos procura una temperatura agradable en cualquier momento del día a pesar de encontrarnos en los primeros compases del invierno austral, y que así continuará, previsiblemente, durante las próximas jornadas.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz efectuando estacionario para calado de CTD con viento fresco del suroeste, mar fuerte marejada combinada con dos metros de mar de fondo del suroeste, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

Las condiciones meteorológicas empeoran bruscamente durante las primeras horas de la madrugada. El viento salta por encima de los treinta nudos y la mar, que tan mansa se había mostrado desde que saliésemos del Estuario de la Plata, nos vuelve a mostrar que no todo son puestas de sol fotogénicas cuando te internas en las bravas aguas del Atlántico Sur. Si bien mantener el estacionario con mar de fondo, corriente y viento procedentes de componentes cruzadas era una ardua tarea para los oficiales de guardia en puente y sus vigilancias esta tarde, hacerlo con este viento encañonado es casi misión imposible. Las peligrosas escoras amenazan con hacer el cable del CTD trabajar “a la mala”, esto es cuando el buque comienza a abatir sobre él y mete la parte sumergida del mismo por debajo de su obra viva, con grave riesgo de forzar los resistentes alambres férricos que recubren el cable coaxial por encima de su límite de rotura y mandar la roseta al fondo del mar. Además del coste económico de dejar un elemento científico tan caro en las llanuras abisales uruguayas, el proyecto SAGA REC quedaría herido de muerte, ya que en sus dos etapas -la uruguaya y la del meridiano 010º W- el empleo de esta herramienta es fundamental.

Prevenir vale más que curar y, tras una reunión entre el Comandante, Jefe de Operaciones y el Investigador Principal del proyecto se llega a la conclusión de que no merece la pena correr el riesgo. El pronóstico meteorológico anticipa vientos de mayor intensidad en estas aguas, y hay casi dos mil millas náuticas que recorrer para llegar al meridiano 010º, lo que nos requiere de más de una semana de navegación hasta allí.

A diez nudos se inicia el tránsito a rumbo este-noreste bajo unas condiciones meteorológicas nada parecidas a las que se presagiaban y, desde luego, mucho mejores que las de esta madrugada. Diez días de tránsito continuaremos de esta guisa; navegando a rumbo fijo ENE en demanda del primer punto de muestreo. Por el camino, no es descartable que, si los motores dan de sí más de los nueve nudos que tenemos agendados, se pueda compensar a los científicos con una estación de muestreo adicional en medio del Océano Atlántico Sur.

La noche cae con la sempiterna mar de fondo oceánica meciendo suavemente las cuadernas del “Hespérides”, cansino movimiento a un lado y a otro propio de aguas abiertas y prácticamente inexistentes en mares interiores, como el Mediterráneo o nuestro recordado Mar de la Flota. Fuente de mareo para algunos -muy pocos-, y ayuda para conciliar el sueño para aquellos para otros, en lo que todos coinciden es que el terco vaivén es desde luego más deseable que la impertinente mar de viento pero que, psicológicamente, agota.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando en aguas del Río de la Plata a rumbo 103 dando un andar de diez nudos con viento flojo del noreste, mar marejadilla, cielo despejado y buena visibilidad.

Tras abandonar Buenos Aires en la tarde de ayer desde la misma terminal que los ferris “BuqueBus” conectan incesantemente Argentina con Uruguay, el práctico porteño que nos había acompañado al abandonar el puerto bonaerense desembarcó en la zona común emplazada para tal efecto frente a la localidad de La Plata, siendo relevado en su labor por los dos prácticos del Río de la Plata, quienes nos acompañarán hasta las inmediaciones de Montevideo. Allí, las sondas comienzan a aumentar notablemente desde los seis metros de profundidad que hay en los aproches al puerto de Buenos Aires, haciendo desaparecer los peligrosos bancos de arena que hacen necesarias sus indicaciones para coordinar nuestros cruces con otros buques y que requieren abandonar ocasionalmente la canal dragada señalizada por el camino de boyas rojas y verdes. Así transcurre toda la madrugada, saliendo de puerto con las balizas de color rojo por nuestro babor y las verdes por estribor. Esto es una curiosidad de la normativa de balizamiento náutico internacional propia de estas regiones. Los colores verde y rojo de las luces, faros y boyas que jalonan las costas de todo el planeta hacen referencia a la banda por la que hay que dejar dichos peligros para entrar o salir de puerto en relación con las luces de costado de los buques; de color verde la de estribor (banda derecha) y rojo en babor (izquierda). En España, como en la mayor parte del mundo, son las embarcaciones que entran a puerto las que deben correlacionar el color sus luces con el del balizamiento, navegando “verde con verde” y “roja con roja”, para hacerlo con seguridad. Esta situación, sin embargo, cambia en toda América, Corea, Filipinas y Japón, donde esta precedencia se les da a las embarcaciones que salen a la mar, como nosotros, en este caso.

Aunque ya naveguemos hacia el este, el Río de la Plata no se termina en Buenos Aires. Su cauce navegable por embarcaciones oceánicas continúa más arriba, hasta la ciudad argentina de Rosario, donde las embarcaciones fluviales les dan relevo para remontar el cauce -también dragado- del Río Paraná hasta Asunción, capital de Paraguay. Por estos ríos navegables, antaño recorridos por la plata del Potosí hacia el mar, hoy salen toneladas de materias primas -principalmente agrícolas- desde el corazón de Sudamérica hacia todo el mundo. No en vano, Rosario es uno de los tres principales puertos exportadores de cereal del planeta. Principalmente soja, maíz, trigo… son cultivados en las fértiles llanuras del noreste de Argentina y no son más que otro de los ingentes recursos naturales con los que cuenta el país; como los riquísimos caladeros pesqueros que hemos visto en el Mar Argentino, las celebérrimas carnes del país y hasta yacimientos de petróleo y gas natural a lo largo de la Patagonia y toda la plataforma continental argenta. A poco más de cincuenta céntimos se paga el litro de gasoil en el país, riqueza que, tristemente, no repercute en el nivel de vida del grueso de la población, asfixiada por una inflación galopante y la delincuencia que aflora en situaciones de necesidad como ésta. Estas luces y sombras se ven, mejor que en ningún sitio, en la mentada Rosario, donde la riqueza que fluye por su puerto contrasta con la gravísima inseguridad que padece la ciudadanía rosarina, donde el tráfico de drogas organizado en auténticos cárteles es una salida económica sangrienta, pero viable, ante la falta de oportunidades por medios más lícitos.

La silueta de Montevideo por nuestro babor refleja los primeros rayos del sol que asoman sobre el horizonte levantino en torno a las ocho de la mañana. Las sondas por fuera de la canal dragada que llega hasta Paraguay ya superan los ocho metros, dos y medio más de los que necesita el “Hespérides” por su calado, y el buque abandona el cauce balizado bajo las indicaciones del práctico rioplatense para dejar el paso claro para aquellas embarcaciones de mayor porte que no tengan esta flexibilidad.

Tras desembarcar a los dos prácticos cerca de Montevideo, las sondas aumentan paulatinamente mientras el buque transita a rumbo este con el litoral de Uruguay aún visible por nuestra banda de babor. Decenas de buques aguardan fondeados en los limos del Río de la Plata esperando su turno para proceder o bien en demanda de Montevideo o bien en demanda de Buenos Aires, a través de los cien metros de ancho dragados a diez metros de profundidad, cuyo mantenimiento requiere de un esfuerzo titánico para compensar el incesante aporte sedimentario que deposita aquí la quinta cuenca hidrográfica más caudalosa del mundo. Las buenas condiciones meteorológicas que preside un sol radiante nos acompañan según nos alejamos -no demasiado- del litoral sudamericano hacia el talud continental donde comenzarán nuestros muestreos.

El ocaso tiene lugar con el “Hespérides” ya alejado del trajín que caracteriza los accesos al estuario de la Plata. Bajo un cielo sin luna que permite observar el fabuloso manto estrellado que cubre el firmamento, el buque oceanográfico de la Armada recorre el mar de la Plata a lo largo de las costas uruguayas en este nuevo proyecto que comienza para inaugurar la última etapa de la XXVII Campaña Antártica.

Rinde la singladura sin más novedad.

A la voz del Señor Comandante se toca babor y estribor de guardia para salir a la mar del puerto de Buenos Aires con ventolina, mar en calma, cielo despejado y buena visibilidad.

En un rápido movimiento efectuado entre la tarde de ayer y la madrugada de hoy, el “Hespérides” se hizo a la mar en la tarde del Sábado Santo desde Montevideo para transitar por el Río de la Plata en demanda de la capital argentina. Por razones logísticas inaplazables, el “Hespérides” tuvo que recorrer las 130 millas que separan ambas ciudades a través del camino dragado entre boyas que remonta el Río de la Plata. De esta manera, tras recalar esta misma mañana en el Apostadero Naval que la Armada tiene en Buenos Aires, el ”Hespérides” deja por su popa las esbeltas siluetas de la Capital Federal de Argentina perfilados sobre el anaranjado atardecer bonaerense.

Han sido apenas seis horas de escala que la dotación ha podido emplear para recorrer una gran ciudad que ofrece muchas más cosas de las humanamente visitables en tan poco tiempo; el Obelisco, Casa Rosada, Congreso, la Boca, San Telmo, Recoleta, Puerto Madero… Más de cinco millones de almas pueblan el distrito conocido como Ciudad Autónoma de Buenos Aires, población que se ve ampliada por encima de quince millones si a éstos les sumamos todos los habitantes del área metropolitana porteña. Uno de cada tres argentinos habitan en su capital, superpoblación que se hace extensiva a todo el litoral rioplatense y a los cauces que lo nutren, donde se agolpa más de la mitad de la población del país del Plata, dotando a Buenos Aires de un aspecto urbano propio de una auténtica metrópoli. Si bien Montevideo es una ciudad con apariencia europea que supera el millón de habitantes, la capital de Argentina es otra cosa. Su espina dorsal, la Avenida 9 de Julio, es la calle más ancha del mundo. De ella brotan calles y avenidas de gran espectacularidad arquitectónica, entre las que se cuenta el Palacio Barolo, hecho a imagen y semejanza del Palacio Salvo montevideano. Esta pareja de edificaciones pretende simbolizar el hermanamiento entre las dos naciones ribereñas del Río de la Plata, un faraónico proyecto que ambicionaba construir sobre la cúspide de cada rascacielos un pedestal que fuese visible desde la otra capital rioplatense, reflejando la unidad cultural e histórica que comparten Argentina y Uruguay. Sin embargo, salvar visualmente los doscientos kilómetros que separan ambas localidades no fue materialmente posible, encargándose la curvatura de la Tierra de dibujar un curioso paralelismo a la Historia que separó insalvablemente los destinos de ambas naciones hace apenas doscientos años.

Tras dejar por la popa el bello atardecer de Buenos Aires, asesorado por las indicaciones del práctico porteño, el “Hespérides” se vuelve a internar en el Río de la Plata, en esta ocasión, para abandonarlo definitivamente navegando a rumbo este. Afuera le espera el Océano Atlántico, donde llevará a cabo la última misión científica de esta XXVII Campaña Antártica: el proyecto científico SAGA REC.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando en aguas del Mar Argentino con viento fresquito del noroeste, mar fuerte marejada combinada con mar tendida del sureste, cielo despejado y buena visibilidad.

La mar de fondo hace acto de presencia en las últimas millas que el “Hespérides” recorre en mar abierto antes de recalar en las someras aguas del Río de la Plata. La medianoche pilló al “Hespérides” frente a Bahía Blanca, emplazamiento de Puerto Belgrano, la principal base naval de la Armada Argentina y ya navega en el litoral de nuestro primer puerto de la Campaña Antártica: Mar del Plata. Han pasado meses desde nuestra escala en el balneario de veraneo más conocido de Argentina, que se disponía a comenzar su campaña estival cuando recalamos en su base de submarinos. Por estas fechas, la actividad turística ya da sus últimos coletazos antes de languidecer durante el otoño, según nos encaminamos a la melancolía de ese invierno marplatense que Sabina retrató en “Cerrado por Derribo”.

El viento del noroeste cruzado con la mar tendida procedente del segundo cuadrante provoca un balanceo bastante incómodo para el buque oceanográfico de la Armada. Aunque no navegamos bajo condiciones meteorológicas especialmente adversas, la procedencia de dos componentes diferenciadas entre la mar de viento y la de fondo provoca balances superiores a los siete grados de escora que contrastan con la quietud del mar que habíamos tenido desde que abandonáramos el estrecho de Le Maire. Además, el empuje de la Corriente de las Malvinas ya disminuye en estas latitudes, simétricas a las que en el Hemisferio Norte ocupan las provincias del sur de España, lo que aminora la marcha del “Hespérides” mientras recorre las últimas millas que le separan del Río de la Plata.

Ya ha caído la noche cuando el buque se interna en el río -o estuario, según muchos geógrafos- más ancho del planeta, que Juan de Solís confundiera con un nuevo mar en su malogrado viaje de descubrimiento. Aunque la salinidad de las aguas indica, inequívocamente, la entrada de una ingente masa de agua dulce en esta región marítima, las costas uruguayas aún están a más de cien millas de distancia, invisibles a nuestros ojos en esta inmensa ría. Con motivo de nuestra escala en Mar del Plata ya habíamos hablado de la gran relevancia que tiene toda la cuenca hidrográfica del Paraná, vertebradora de las comunicaciones con el corazón de Sudamérica, la cual vierte sus túrbidas aguas al mar en este sitio. El aporte fluvial da al Río de la Plata un aspecto parduzco, derivado de la ingente presencia de limos que sedimentan en su desembocadura, generando una extensa zona de aguas someras inferiores a los veinte metros de profundidad y una problemática para sus puertos ribereños, que requiere del trabajo incesante de dragadoras para mantener el acceso a los puertos de Montevideo y Buenos Aires transitable para los buques de mayor porte. En contra de lo que pueda parecer, la corriente nos echa un cable para recorrer las últimas millas que nos separan del camino de balizas rojas y verdes que señalizan la canal dragada de entrada en Montevideo. La forma de embudo del Río de la Plata recoge y encañona el oleaje del Atlántico Sur generando en el estuario corrientes opuestas al sentido del desagüe fluvial, hasta el punto de que, bajo las duras “sudestadas” del tercer cuadrante, la entrada de agua marina puede llegar a provocar desastrosas inundaciones en Buenos Aires y todas las localidades situadas en el vértice interior de la ría.

Las luces de los buques fondeados en la zona de espera para acceder al puerto de Montevideo se comienzan a vislumbrar en el horizonte recortadas bajo las descargas de la tormenta eléctrica que amenaza con chubascos todo el litoral rioplatense. Por nuestra proa, aún distante más de cincuenta millas náuticas, se abre la costa norte que durante siglos custodió la salida al mar de la riquísima plata del Potosí y que hoy pertenece a este pequeño país conocido como la República Oriental del Uruguay.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura buen cariz navegando en aguas del Mar Argentino con viento bonancible moderado del oeste, mar marejada, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

El primer día del mes de abril transcurre navegando en tránsito entre Ushuaia y Montevideo con total normalidad. A caballo de la corriente de las Malvinas, que nos proporciona unos inusitados trece nudos de velocidad, el “Hespérides” recorre las 1.433 millas náuticas que separan el Fin del Mundo de la capital uruguaya en algo menos del tiempo previsto, lo que nos permitirá recalar en puerto veinticuatro horas antes de lo previsto. Navegando a rumbo norte, la temperatura ambiente y la meteorología reinante se tornan, poco a poco, más veraniegas en este otoño austral lejos del extremo del planeta. Seguimos navegando por aguas someras, las de la plataforma continental del Mar Argentino, un poco a levante de las doscientas millas náuticas que separan la zona económica exclusiva (ZEE) perteneciente a Argentina y las aguas internacionales que atraen hasta aquí a pesqueros de todo el mundo. El número de embarcaciones dedicadas a la pesca que nos encontramos por aquí no alcanza las impresionantes concentraciones que vimos anoche, en ese riquísimo “agujero azul” donde la plataforma continental se proyecta mucho más allá de la ZEE argentina, pero que seguirán siendo nuestras compañeras de viaje hasta que nos acerquemos a costa dispuestos a recalar en el Río de la Plata.

Los buques que faenan aquí, particularmente los chinos, tienen una morfología que recuerda, en cierto modo, a los dhows somalíes que tanto vemos en la Operación Atalanta. Éstas son embarcaciones de casco alargado y chato con forma de media luna, cuyo castillo, levemente elevado sobre la parte central de la cubierta, se deja caer en el mar con una roda que corta las aguas con su forma de cimitarra. Su superestructura está compuesta por una única planta baja altura cuya forma de paralelepípedo se extiende desde el mismo casillo hasta pocos metros por delante del espejo. Sobre ella destacan tres mástiles: uno a proa equipado con látigos de comunicaciones y chigres para la faena de sus artes de pesca, otro sobre el puente, con las antenas rotativas del radar y, a popa del buque, el más curioso de los tres; ya que se emplea para izar las botavaras de una vela cangreja que -presumimos- sirven para mantener el buque al pairo cuando cala sus redes. Sus bordas están coronadas de focos luminosos que utilizan para atraer sus capturas, particularmente distintivas de aquellos buques dedicados a la pesca del calamar o del gambón austral, y que son las que generan esas inmensas nubes de contaminación lumínica distinguibles desde el espacio como si fuesen auténticas ciudades flotantes.

Los buques que faenan en estas aguas proceden de todas las naciones del mundo. El que hemos descrito representa a las naves asiáticas, a las que pertenece la mayor parte de esta marabunta de embarcaciones, pero que también cuenta con una nutrida representación de la flota pesquera española, principal país no asiático con actividad en el Mar Argentino. No obstante, son los pesqueros del gigante asiático los que más preocupan a las autoridades argentinas. Basados bien en Montevideo, bien en Ciudad del Cabo, estas embarcaciones emplean artes de pesca muy destructivas para el entorno marino que utilizan sin ninguna consideración por tallas mínimas, cuotas pesqueras o respeto a especies no deseadas. Por si esto no fuera poco, las autoridades argentinas han detectado en más de una ocasión situaciones a bordo de estas embarcaciones en las que se emplea mano de obra esclava, con jornadas laborales apenas remuneradas que superan las catorce horas diarias. Aún fuera de las 200 millas, estas situaciones afectan a todo el ecosistema que habita la plataforma continental del Mar Argentino, situación que se ve agravada en las incontables intrusiones por dentro de esta distancia que protagonizan los barcos chinos para desmarcarse de sus competidores internacionales, y que requieren de una atención permanente de los buques y aeronaves de Prefectura Naval, la fuerza de guardacostas argentinos, para proteger los recursos económicos y naturales que bañan las costas del país del Plata.

Por nuestra parte, cada vez más cerca de costa y con menos navegantes foráneos en nuestras proximidades, continuamos barajando el litoral argentino mientras las altas temperaturas y el lento aumento de la temperatura del agua indican que, poco a poco, continuamos acercándonos al estuario más ancho del planeta: el Río de la Plata.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando en aguas del Mar Argentino a rumbo 030 dando un andar de doce nudos con viento flojo del suroeste, mar marejadilla, cielo despejado y buena visibilidad.

Un sol radiante reina sobre las costas de una mar en calma cuando el “Hespérides” supera los 50º de latitud sur en su tránsito rumbo a Montevideo. Parece que el verano se ha alargado un poquito gracias a la influencia de un anticiclón que se posiciona en estacionario sobre la provincia de Río Negro argentina. Aunque el mercurio aún no supera los diez grados centígrados, la sensación térmica al sol, gracias al débil viento reinante, es de lo más agradable. De un improvisado tendal montado sobre la toldilla del buque, cuelgan los trajes de supervivencia que tanto empleamos para movernos a bordo de las embarcaciones mientras estábamos en el continente helado, utilizando estos primeros rayos de sol para secarse por completo en meses, algo imposible con las temperaturas próximas al punto de congelación que hemos tenido sin solución de continuidad hasta ahora.

En Ushuaia también se desembarcaron los dos contenedores que nos acompañaron desde España estibados en cubierta de vuelo y en toldilla, así como los incontables bultos pertenecientes al proyecto Polar Change. Viajarán a España en un buque de carga contratado por la UTM para descargarnos de este material y adelantar -presumiblemente- la llegada de este material a España. A bordo del “Hespérides” quedan únicamente las muestras de los proyectos científicos, mucho más delicadas que el resto de equipamiento, particularmente aquellas que deben conservarse refrigeradas a varios grados negativos. El hueco que han habilitado en cubierta de vuelo es enorme, para alegría de los deportistas y de todos los miembros de la dotación, ya que este espacio dará mucho juego durante nuestro último mes y medio de campaña no solo para entrenar, sino también para organizar comidas en cubierta o cualquier otra actividad al aire libre ahora que nos acercamos al verano de verdad.

Tras más de una jornada sin divisar un solo buque en el horizonte, en torno a las cinco de la tarde, el radar detecta el eco del primer contacto que detectamos desde nuestro cruce del Estrecho de Le Maire. En cuestión de minutos, este solitario buque se convierte en un enjambre de pesqueros que, por decenas, saturan la presentación del radar y cubren el horizonte hasta donde alcanza la vista. No en vano, las aguas del Mar Argentino son posiblemente el caladero pesquero más rico del mundo. La plataforma continental atlántica de Sudamérica se extiende hasta mucho más allá de las 200 millas náuticas que constituyen la Zona Económica Exclusiva (ZEE) argentina, sobre la que este país se reserva el derecho de explotar sus recursos. En las aguas someras de las plataformas continentales habitan la mayor parte de organismos marinos del mundo. En este caso, el riquísimo flujo de nutrientes procedentes de los mares del sur a través de la Corriente de Malvinas alimenta el fitoplancton y los microorganismos que consituyen la base trófica de este exuberante ecosistema. Este generoso caladero atrae a pesqueros de todo el mundo -particularmente chinos- que acuden a hacer capturas del calamar, merluza austral, sardina o langostino, entre otras especies. Sin embargo, esta riqueza de su litoral es un quebradero de cabeza para las autoridades argentinas. Entre los numerosos buques que acuden a esta agua a pescar aflora el fenómeno de la piratería, particularmente en embarcaciones del gigante asiático, que se camuflan en la maraña de pesqueros e infringen las normas del derecho del mar faenando en las doscientas millas pertenecientes a Argentina o violando las vedas que protegen este rico ecosistema natural de la sobreexplotación.

Ya ha caído la noche con la luz de la luna creciente que ilumina la superficie del mar deslucida ante la deslumbrante iluminación artificial que exhiben las decenas de factorías pesqueras flotantes para atraer al calamar y al gambón austral. La luz de estas embarcaciones va quedando por nuestra popa según nos alejamos de los buques a rumbo norte. Desde lejos estas luces son visibles a muchas millas de distancia, dándole al horizonte una apariencia más propia de una ciudad costera que de una agrupación de pesqueros. Nuestra salida de la maraña flotante viene anunciada por el sondador, que nos indica el aumento de la profundidad por encima de los 200 metros, lo que nos indica de manera inequívoca que abandonamos la plataforma continental y navegamos sobre el talud oceánico que desploma las sondas a varios miles de metros marca el final oriental del Mar Argentino.

Rinde la singladura sin más novedad.

    

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