Cuaderno de bitácora

XXVI Campaña Antártica y Campaña Investigación ZEEE

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XXVI Campaña Antártica y Campaña Investigación ZEEE
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XXVI Campaña Antártica y Campaña Investigación ZEEE

Comienza la singladura de regular cariz fondeados en isla Decepción con el quinto grillete del ancla de estribor en cubierta y con viento fresco del NW, mar marejada, cielo cubierto y buena visibilidad.

La actividad logística experimenta un parón durante la jornada de hoy debido, por una parte, a las condiciones meteo previstas y, por otra, a la actividad interna de las bases, afanadas en dejar preparado todo para su cierre definitivo en los próximos días. De este modo, las intenciones para el día son permanecer resguardados en Puerto Foster durante la mañana, antes de transitar hacia la base “Juan Carlos I” durante la tarde, por ser esta la primera en ser clausurada.

A primera hora de la mañana el tiempo no puede ser más típico del frente frío antártico. Un aumento de viento hasta temporal fuerte, con rachas superiores a 50 nudos acompañado de fuertes lluvias nos obliga a levar fondeo por garrear el ancla en el escaso radio de 100 yardas que es apto para el fondeo en esta isla. Como comentábamos ayer, en tenederos de ciertos materiales, como los piroclastos volcánicos de isla Decepción, el ancla no consigue un buen agarre.

Transcurre la mañana realizando hipódromos en el interior de puerto Foster sin que se observe ninguna mejoría de las condiciones meteorológicas. En torno a las 16h de la tarde comenzamos el tránsito a través de los Fuelles de Neptuno en demanda de la base Juan Carlos I. Esta isla, de mayor relieve que el emplazamiento de la “Gabriel de Castilla”, ofrece mejor resguardo al viento del NW, apreciándose una caída de este por debajo de los 25 nudos en nuestra aproximación a Caleta Española. Allí fondeamos en torno a las 1830h de la tarde, media hora escasa antes del ocaso, y nos disponemos a pasar la noche antes de comenzar el cierre de la BAE “Juan Carlos I” durante la jornada del día 26 de marzo.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de regular cariz fondeados en Caleta Española con el quinto grillete del ancla de estribor en cubierta, viento fresquito del N, mar marejadilla, chubascos de aguanieve ocasionales y buena visibilidad.

La madrugada comienza con sobresaltos. Varias horas después de fondear, sin apenas percibir un aumento de intensidad del viento, la guardia de fondeo aprecia cómo el barco empieza a garrear en torno a las 3 de la madrugada. “Garrear” es un término marinero que hace referencia al ancla que se desplaza por el lecho marino al no haberse afirmado correctamente. Esto puede deberse a diferentes motivos, como un mal posicionamiento de las uñas del ancla al hacer fondo o un incremento del viento en un tenedero – fondo marino sobre el que asienta el ancla – con una composición que ofrezca poco agarre. Esta circunstancia nos obliga a activar al contramaestre de la vigilancia para inmediatamente levar fondeo y enmendarlo cerca del punto escogido.

Tras pasar el resto de la madrugada sin ningún otro sobresalto que reseñar, levamos fondeo – esta vez por voluntad propia- para navegar en demanda del campamento Byers, donde quedaron pendientes de recoger una serie de pallets de material de los proyectos que allí tuvieron lugar hace un mes, cuando, a merced de las condiciones climáticas, nos limitamos a recoger a los investigadores. Durante la mañana, un frente frío barre toda la zona, dejándonos un temporal del N con chubascos que reducen la visibilidad. Sin embargo, la mar de fondo procedente del Drake, tan peligrosa en un área tan expuesta a los vientos del W, no tiene efecto apenas sobre el fondeadero de Byers. Así, decidimos aguantar el temporal durante la mañana haciendo estacionario en la zona, a la espera de una mejora de las condiciones durante la tarde.

A 14h la calma que sucede a la tempestad llegó como estaba prevista. En la Antártida, desaprovechar una ventana de tiempo favorable para trabajar puede acarrear retrasos de varios días en el conjunto del apoyo logístico. Y más, cuando se brinda una oportunidad tan buena como la de esta tarde, con las nubes dejando paso a un sol radiante, en una zona tan expuesta a los elementos como el Campamento Byers. Con todo esto en cuenta, con dos embarcaciones en el agua comenzamos el movimiento de personal a la playa. Es esta una costa muy sucia, y su playa está llena de algas y fango, lo que hace muy largos los movimientos del las embarcaciones entre el buque y la playa. A esto se suma los varios cientos de metros que separan los iglús del Campamento Byers de la costa donde, al no disponerse de maquinarias como en una Base Antártica al uso, obliga a los miembros de la dotación desplazados a tierra realizar los porteos de material a mano, ya que aquí no queda personal científico para aportar en esta tarea. Esta circunstancia alarga mucho el apoyo, que se resuelve únicamente con tres movimientos de cada embarcación, pero se prolonga cerca de cuatro horas en el tiempo.

El apoyo logístico finaliza a media tarde, cuando arrumbamos al S en demanda de isla Decepción, entrando por Fuelles de Neptuno una hora después del ocaso. En este fondeadero, con tenedero de piroclastos, pasaremos la noche de hoy y, previsiblemente, la tarde del día siguiente.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de regular cariz efectuando hipódromos en Bahía Fildes, en la costa suroccidental de isla Rey Jorge con viento frescachón del SW, mar marejada, chubascos de nieve ocasionales y buena visibilidad.

El paso de una borrasca durante la madrugada nos deja viento duro del SW, particularmente durante la noche. A pesar de que se había proyectado un fondeo en Caleta Ardley, en el límite nororiental de la bahía, donde está la base chilena Eduardo Frei y la rusa Bellingshausen. En este punto apenas hay espacio para dos buques de nuestro porte al mismo tiempo, y ambos lugares ya se encuentran ocupados por un remolcador chileno y el “Aquiles”, un transporte de la Armada de este país andino. Por ello, transcurre la noche navegando en círculos en el interior de esta bahía, a resguardo del temporal, y un par de millas por la proa del ARA “Puerto Argentino”, un aviso que forma parte de la Patrulla Naval Combinada.

La Patrulla Antártica Naval Combinada es un servicio de patrullaje marítimo efectuado anualmente de manera conjunta por las Armadas de Argentina y Chile desde 1998 en las aguas pertenecientes al Tratado Antártico – al Sur del paralelo 60º S – entre los meridianos 010º W y 131º W. Esta patrulla, que opera con carácter estival, tiene como principal misión efectuar actividades de búsqueda, salvamento y rescate en las aguas anteriormente descritas, aunque también realiza tareas de apoyo a la navegación de buques en la región, asistencia sanitaria y apoyo a la comunidad científica antártica mediante transporte de personal o asistencia logística.

A primera hora de la mañana, el fondeadero en las inmediaciones de Caleta Ardley queda despejado por el remolcador chileno, lo que nos permite ocupar su lugar en ese punto. A pesar del duro viento, se confirma la salida del vuelo desde Punta Arenas a 0930h, lo que permitirá a los científicos retornar al continente americano una vez terminados sus proyectos en la Antártida. Empeñados en los barqueos de personal científico hacia la base chilena transcurre la mañana, y, en torno a la 1 del mediodía, volvemos a estar solos la dotación del buque.

Bahía Fildes nos despide con viento algo más calmado y cielo despejado que dejan prever una soleada tarde de otoño. Sin embargo, la Antártida es así, y durante nuestro transito en demanda de la base “Juan Carlos I” el cielo se cubre de un manto grisáceo en el que apenas se distinguen las siluetas nevadas de las islas Shetland del Sur.

El ocaso nos alcanza recalando en Bahía Sur, donde pasaremos la noche fondeados en las inmediaciones de la base Juan Carlos I. Con vistas a esto, en torno a una hora después del ocaso se tienden 5 grilletes de cadena en las inmediaciones de la base española. Aquí pasaremos la noche, a resguardo del nuevo frente frío que barrerá el archipiélago en esta mañana.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de regular cariz fondeados en puerto Foster con el cuarto grillete del ancla de estribor en cubierta, cielo parcialmente cubierto, viento fresco del noroeste, y buena visibilidad.

Hace ya dos días que el equinoccio de otoño austral (de primavera en el Hemisferio Norte) tuvo lugar y, a pesar de que debido a la oblicuidad con la que inciden los rayos del sol en estas latitudes los crepúsculos conceden una prorroga de varias horas a la iluminación solar, y las horas diarias de oscuridad arañan minutos al día cada jornada que pasa. De esta forma, como medida de precaución para evitar los tempanitos y “bits” de hielo a la deriva – más numerosos al final del verano – se procura fondear en los periodos nocturnos o evitar transitar durante las horas de oscuridad.

Tras un provechoso apoyo a Bases durante la jornada de ayer, el “Hespérides” leva fondeo de isla Decepción a primera hora de la mañana con isla Rey Jorge por destino. El vuelo programado para la repatriación del personal científico procedente de las bases y del militar perteneciente a la dotación de la “Gabriel de Castilla”, que adelanta su regreso a casa, se ha reconfigurado para la mañana del día 23 en lugar del día 24, como estaba agendado antes.

Con este objetivo, se recorre el Bransfield a rumbo noreste con el barómetro en caída libre por la rápida aproximación de un frente frío. Al arribar a isla Rey Jorge el viento ya marcaba más de 30 kt y las olas en la cara sur de la isla, superaban holgadamente los dos metros de altura, por lo que podemos afirmar que en su costa septentrional tendrían un tamaño considerable. Con estas condiciones climáticas, en torno al mediodía, el buque recala en bahía Fildes – también cartografiada como Bahía Maxwell – y consagrará la tarde a recoger el sensor electromagnético enterrado por los investigadores del proyecto GOLETA, así como muestras de proyectos científicos en custodia de dos de las bases antárticas asentadas en este golfo.

Tras internarnos en la bahía y aproximarnos a la península Weaver, en su costa oriental, donde se encuentra enterrado el monitor del proyecto Goleta, se arrían dos zodiac con personal científico y de dotación para su recogida. Las condiciones climáticas para los tripulantes de las embarcaciones son muy duras: el viento reinante, superior a 30 nudos, con temperaturas cercanas a los 0º C hacen que la sensación térmica sea de 10 grados bajo cero. A esto hay que sumar las salpicaduras de agua marina -también en valores negativos- y los numerosos cascotes de hielo que rodean la playa los cuales deben ser apartados por los marineros Junior y Fran, proeles de las embarcaciones, para que las zodiac puedan llegar a su destino.

Aproximadamente a una milla al Sur de dicha playa, separada de ésta por una bahía interior conocida como caleta Marian, se encuentra la estación surcoreana King Sejong. Esta base, ocupada durante todo el año, es el siguiente destino de nuestras zodiac para reembarcar el material científico mencionado anteriormente, de cuya custodia se encargan en la base del país asiático.

Tras recoger el material científico de la base coreana, así como al Segundo Comandante, al marinero Daniel Duarte y al personal científico de GOLETA, encargados de recoger el sensor electromagnético de la playa, las zodiac retornan al buque madre para su reembarque y permitir un relevo de sus fatigadas dotaciones.

Con todo, el trabajo de las embarcaciones aún no ha finalizado, ya que el “Hespérides” arrumba a la costa norte de bahía Maxwell para aproximarse a la Base Científica Antártica Artigas, de nacionalidad uruguaya, custodia de 25 bultos adicionales destinados al buque español. Esta base, también permanente, destaca por lucir los colores y el sol del sur de la enseña nacional uruguaya en la pintura de uno de sus módulos, en contraste con el color rojo que suelen presentar estas construcciones.

Afortunadamente para los patrones, en esta zona de la bahía las condiciones de viento, mar y la ausencia de hielos hacen mucho más sencillo el movimiento de nuestras embarcaciones entre la costa y el buque. Así, con luz crepuscular en torno a las 19h, todo el material se encuentra ya a bordo y el buque puede dar por terminadas las operaciones logísticas del día de hoy. En la Antártida, hasta los días que se presentan con un perfil más bajo son de intenso trabajo, particularmente en el desempeño de operaciones logísticas.

Como contrapartida, el punto de fondeo apto para el “Hespérides” en caleta Ardley se encuentra ocupado por un remolcador y un aviso chilenos por lo que el buque pasará la noche efectuando hipódromos en el interior de bahía Fildes, a resguardo del temporal del suroeste previsto para la madrugada de hoy.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de regular cariz navegando en las inmediaciones de isla Livingston en demanda de la base Juan Carlos I con viento fresco del NW, cielo cubierto, chubascos de viento y nieve y visibilidad regular a causa de las precipitaciones de nieve.

La llegada del frente se venía anticipando desde las últimas horas de la jornada de ayer se confirma en las primeras horas del día 21 de marzo, con un aumento del viento hasta los 30 nudos sostenidos. Así, durante nuestra aproximación y fondeo en Caleta Española, la bahía que alberga la base “Juan Carlos I” un espectacular temporal de nieve desfogó sobre nosotros. Tras poco más de dos horas nevando copiosamente, igualmente de repentino que vino el chubasco, se fue, dejando un manto blanco sobre el “Hespérides” como único recuerdo de su visita.

Aunque parezca mentira, esta es la primera vez que vemos nevar en las Shetland del Sur durante esta Campaña Antártica. La nieve ya había hecho acto de presencia durante nuestro tránsito en demanda del paralelo 71º S, pero en el Bransfield nos resultaba difícil de creer la afirmación que “en la Antártida no llueve” repetida en numerosas ocasiones por los miembros de la dotación más experimentados, dando a entender que las precipitaciones en este continente son en forma de hielo o nieve durante todo el año. Esta circunstancia resulta de lo más perjudicial para el desarrollo de las colonias de pingüinos donde se crían los polluelos. Según nos contaron miembros de la base Gabriel de Castilla, con proyectos dedicados a la monitorización de la colonia de pingüinos barbijos que cría en de isla Decepción durante el periodo estival, la lluvia puede tener consecuencias fatales para las pequeñas crías. Mientras que los polluelos son capaces de sacudirse la nieve que se deposita sobre su plumón, este aún no es suficientemente impermeable para protegerles de la humedad de la lluvia, pudiendo provocarles la muerte por frío en sus primeras semanas de vida.

Por la mañana el espectáculo que se abre ante nuestros ojos es digno de ver. Isla Livingston cubierta de nieve es un cuadro de lo más pintoresco, en el que el color rojo vivo de los módulos de la base resalta sobre el fondo blanco como gotas de tinta roja sobre el papel.

Aunque los pronósticos meteo no auguraban una mañana favorable para realizar el apoyo a la base, la realidad se muestra mucho más propicia. Con las primeras luces del día se contacta con la “Juan Carlos I” para confirmar el comienzo del apoyo logístico a las 8 de la mañana. A buen ritmo, se remiten a la base los víveres y material necesario y se embarca a bordo del “Hespérides” a 29 científicos y técnicos que finalizan sus proyectos de investigación en las bases pertenecientes a la XXXV Campaña Antártica. A todos ellos se les dejará en el aeropuerto chileno de la base Presidente Frei para su retorno a Chile a bordo de un avión, como ya hicieran hace algo más de un mes los integrantes del proyecto ANTOM.

Tras finalizar el primer movimiento de material y personal de este apoyo a Bases, en torno a media mañana se leva fondeo y se comienza a transitar en demanda de isla Decepción, donde se asistirá a la base del Ejército de Tierra “Gabriel de Castilla”.

Decepción también muestra un aspecto muy diferente al que recordábamos de ella hace un mes. Cubierta de nieve casi en su totalidad, el cruce de los Fuelles de Neptuno hacia una caldera volcánica de color blanco da a puerto Foster la apariencia de ser mucho más extenso de lo que es en realidad. Las condiciones meteo nos acompañan también, esta vez cumpliendo lo pronosticado, en la isla a la que el capitán Palmer considerase un engaño hace cerca de 200 años.

Así, durante la tarde, se lleva a cabo el apoyo logístico a la base a buen ritmo gracias a las favorables condiciones reinantes, ya que no solo se les aportan víveres, combustibles y los materiales solicitados sino que también se adelanta el embarque de residuos procedentes de tierra que serán descargados en Ushuaia tras nuestra salida de territorio antártico. También embarcamos un técnico del proyecto GOLETA y un miembro del Ejército de Tierra que adelanta su regreso a España.

Tras finalizar estas operaciones, el “Hespérides” procede a pasar la noche fondeado en Puerto Foster, con las luces de la base española a varios cientos de yardas por la proa.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura navegando en aguas del mar de Hoces en demanda de las islas Shetland del Sur con viento fresquito del NW, marejada combinada con tres metros de mar de fondo del oeste, cielo cubierto y buena visibilidad.

Las buenas condiciones meteorológicas que presentaba el paso de Drake durante la jornada de ayer se confirman en las primeras horas de esta mañana. A pesar de la entrada de un frente frío que levanta viento y mar en las horas centrales del día, pregón de la borrasca que se aproxima velozmente desde occidente, podemos decir que este es el mejor cruce del mar de Hoces de los que se han efectuado en la presente Campaña, un dato nada baladí considerando que al verano austral le quedan apenas 24 horas. Durante la próxima semana un tren de borrascas barrerá el archipiélago de las Shetland del Sur sin apenas tregua, con el cruce de un frente nuevo cada día que habría hecho un infierno el tránsito entre América y la Antártida al menos hasta el día 25 de marzo.

En torno a las 17h, la situación meteorológica ya se ha estabilizado y cubiertas por un cielo azul, se avistan a nuestra proa la cara norte de isla Nelson e isla Robert. Los inmensos ventisqueros que enfrentan el Océano Austral nos dan la bienvenida: el “Hespérides” vuelve a territorio antártico.

En este caso, a fin de poner distancia entre nosotros y la borrasca entrante por poniente, el buque procederá al estrecho de Bransfield a través del estrecho Nelson, situado en una posición más oriental de las Shetland que el paso Boyd, el empleado durante el resto de ocasiones en esta campaña.

El estrecho Nelson separa las dos islas antes referidas por un brazo de mar de 10 km de ancho y unos 9 de largo. Estas aguas no son navegables en toda su amplitud debido a la existencia de numerosos bajos y peligrosos rompientes que reducen la profundidad en las proximidades de costa y que han impedido sondar adecuadamente el paso en toda su extensión. Aunque su toponimia pueda sugerir que es uno más de los homenajes que la Gran Bretaña rinde a su celebérrimo Vicealmirante, el estrecho y la isla homónima no están consagrados a sir Horatio, sino a un tocayo suyo que se dedicó a la pesca de focas y ballenas en el Océano Antártico durante el primer tercio del siglo XIX.

La primera impresión tras finalizar el cruce del Estrecho y arrumbar al suroeste, es el gran cambio de apariencia que muestran las islas Shetland del Sur en estas fechas postreras del verano, más semejantes al paisaje que pudimos contemplar al sur del Círculo Polar Antártico que al que mostraba este archipiélago hace poco más de un mes. Afortunadamente, el hielo marino o glaciar, uno de los grandes peligros para la navegación, no hizo acto de presencia en el Bransfield en nuestro tránsito hacia isla Livingston, de agradecer cuando se efectúa gran parte de este tránsito tras el crepúsculo. En estas latitudes tan extremas, el número de horas de luz diarias disminuye a pasos agigantados al llegar el otoño.

En las últimas horas de la noche, la borrasca que exitosamente pudimos evitar en el mar de Hoces dio con nosotros cuando navegábamos en las inmediaciones de isla Livingston, en demanda del fondeadero próximo a la Base “Juan Carlos I”. Ésta nos trae un temporal de nieve y viento frescachón del NE con el que finaliza la singladura previa a la jornada en la que de comenzaremos el embarque de personal científico y técnico procedente de tierra para su retorno a territorio nacional.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando en aguas del Canal Beagle en demanda de la Península Antártica con viento flojo del NW, mar marejadilla, cielo cubierto y buena visibilidad.

Tras varias semanas atracados en la localidad argentina de Ushuaia, en torno a las 21h de la noche del día 18 nos hicimos a la mar para afrontar nuestro último cruce a rumbo Sur del mar de Hoces de la XXVI Campaña Antártica del buque. El motivo de esta premura en nuestra salida a la mar se debe a las condiciones meteorológicas reinantes en esta región marítima. Este factor, como ya hemos mencionado en otras páginas de este Cuaderno de Bitácora, es una de las circunstancias que más se tiene en cuenta al planear tránsitos por estas aguas, ya que distan mucho de ser una balsa de aceite. Así, la entrada de una virulenta borrasca acompañada de un frente frío durante la madrugada del día 21 nos pone ante la tesitura de tratar de adelantar el comienzo del tránsito lo más posible, a fin de encontrar el resguardo de las Shetland del Sur antes de que esta baja presión muestre su peor cara, en forma de olas por encima de 8 metros justo en la cara Norte de este archipiélago.

Con el término del verano Austral, llega el momento de poner el broche final a la XXVI Campaña Antártica del “Hespérides” y a la XXXV Campaña Antártica Española. Una vez completados los proyectos de investigación pertenecientes a la misma, llega el momento de proceder al cierre de las Bases Antárticas Españolas para este invierno austral. Así, durante estas jornadas, el “Hespérides” se consagrará al apoyo logístico a las Bases, entregándoles las últimas piezas de material necesario para efectuar reparaciones y obras en éstas, y transportando una parte del personal científico al aeropuerto chileno en la isla Rey Jorge, desde el que retornarán al continente americano, y, por último, embarcando al resto del personal científico, del Ejército de Tierra y del CSIC encargado del sostenimiento de las Bases antes de su clausura.

Tras dejar al práctico en la embarcación –pilotina, como se conoce a estas pequeñas lanchas– que le llevará de nuevo a tierra a las dos y media de la madrugada, abandonamos el Canal Beagle, a levante de isla Nueva, en torno a las cinco de la mañana y arrumbamos a rumbo Sur en demanda de las Shetland del Sur. Lo otoñal de las fechas en que nos encontramos se puso de manifiesto ya durante nuestro tránsito por aguas argentinas, donde apenas queda una sombra del abundante tráfico de cruceros y embarcaciones turísticas que recorren los Canales Australes y atraviesan el mar de Hoces en demanda del Continente Helado. Al frío cada vez más intenso se ha sumado la nieve, que hizo acto de presencia en más de una ocasión durante nuestra estancia en puerto. Sin embargo, el Cabo de Hornos nos recibe con unas condiciones envidiables; olas cercanas de metro de altura y nubosidad variable, que nos permite ver el sol en la segunda mitad del día. De conseguir mantener la velocidad de avance que estamos obteniendo y confirmarse el pronóstico anticipado para el día 20, podremos haber completado el cruce del paso de Drake más airoso de los que llevamos esta Campaña Antártica.

No nos olvidamos en este día de san José de nuestros padres, por lo que ha sido un día en el que hemos salvado la diferencia horaria para hablar con ellos y felicitarles este día. De la misma manera, todos los miembros de la dotación que son padres – o van a serlo en las próximas semanas– han podido sentir el calor de los suyos desde España, una llamada que siempre es una alegría de recibir y que cobra especial significado cuando se pasan este tipo de días lejos de los tuyos. Felicitar el 19 de marzo a nuestro padre es el mejor regalo que le podemos dar y poder hacerlo cada año, el mejor que podemos recibir nosotros. A todos ellos, ¡Felicidades!

Rinde la singladura sin más novedad.

A la voz del Señor Comandante, se toca Babor y Estribor de guardia para salir a la mar del puerto de Punta Arenas con ventolina, mar rizada, cielo despejado y buena visibilidad.

Aunque también hemos tenido momentos de descanso, estos días de puerto han sido de trabajo intenso; descarga de material y residuos procedentes de Bases, carga de víveres y pertrechos, embarque de la nueva rotación de personal científico… También se entregó la carga que trasportábamos desde Cartagena destinado al Hogar del Niño de Miraflores. Esta institución benéfica, dirigida por una congregación de Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, acoge a niños huérfanos o abandonados de la región de Magallanes chilena. Desde hace ya unos años es tradición que el “Hespérides” colabore con esta causa transportando alimentos no perecederos hasta Punta Arenas procedentes de donaciones solidarias de vecinos de Cartagena e integrantes de la Armada. A todos ellos, ¡Muchas gracias!

Nos despedimos de Chile un día más tarde de lo previsto por las inclementes condiciones meteorológicas que azotan el mar de Hoces durante el día de hoy y que, según está previsto, continuarán mañana hasta la tarde. Así, podemos despedirnos de Punta Arenas con un tiempo veraniego fruto de la estabilidad que nos aporta el anticiclón sobre la Patagonia Chilena que, más al sur, al interacciona con la borrasca de Bellingshausen dejando vientos huracanados, superiores a 60 nudos, y olas por encima de los diez metros en casi toda la región.

Así salimos a la mar para nuestro segundo tránsito a través de los Canales Patagónicos y del Canal Beagle con una meteorología que nos hace recordar que, aunque muchas veces no lo parezca, en esta parte del mundo todavía es verano.

Durante la mañana, en aguas del Estrecho de Magallanes, la dotación del “Hespérides” se sumó al homenaje a los fallecidos en el naufragio del “Villa de Pitanxo”, acaecido hace unos días en aguas de Terranova. Esta es una tragedia que no solo conmueve a todos los miembros de la Armada -aún más sentida por ser varios de sus tripulantes de la villa de Marín- sino a todos los hombres de mar de este país. Como entonamos en dicho acto, interpretando el tradicional homenaje a los caídos de las Fuerzas Armadas, “la muerte no es el final”.

Horas después, las condiciones climáticas reinantes durante nuestro tránsito por los Canales Australes chilenos comenzaron a torcerse, pregón de nuestra aproximación al paso Brecknock, donde esta región de la Patagonia chilena se abre al Océano Pacífico. En esta ocasión, pese al empeoramiento de las condiciones climáticas en la zona, la mar no nos ha mostrado – ni mucho menos- la rudeza que habíamos experimentado hace unos días en este paso. Así, tras escasas dos horas transitando por ese Canal con viento frescachón del noroeste, retornamos al amparo de la costa chilena transitando a rumbo este por el pintoresco Canal Balleneros, en cuyas aguas sobreviene el ocaso, arrumbando a uno de los puntos más angostos de nuestra derrota: el paso McIntyre.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo norte en aguas del Canal Magdalena con viento fresquito del NW, mar marejadilla, cielo cubierto y buena visibilidad.

Este canal, al igual que el brazo NW del Canal Beagle, se encuentra flanqueado por ventisqueros que arrojan pequeños cascotes de hielo de origen glaciar al agua. Aunque nuestra derrota se encuentra libre de estos peligros. Repentinamente, al ingresar en Seno Magdalena, salta un violento viento frescachón del NW que nos da la bienvenida a uno de los accidentes geográficos más famosos de la región fueguina y que pasó a la Historia con el nombre de su descubridor: el Estrecho de Magallanes.

Este paso marítimo fue descubierto por Fernando de Magallanes durante la expedición a las Islas de la Especiería que acabaría deviniendo en la primera en comprobar la redondez del mundo. Este paso había sido buscado sin éxito por numerosas expediciones anteriores a Magallanes, como la rioplatense del malogrado Juan de Solís, desde que Vasco Nuñez de Balboa descubriese el mar del Sur (actual Océano Pacífico) al otro lado del istmo de Panamá. Se ha discutido mucho sobre la información secreta de la que disponían Magallanes y su socio, Ruy Faleiro, sobre la existencia de este paso cuando planeaban la expedición. Lo cierto es que Magallanes dirigió a su escuadra con determinación de hierro a lo largo de una inhóspita costa a la que bautizó como “Tierra de los Patagones” en referencia a las grandes pisadas que sus habitantes dejaban en la nieve. Tras superar temporales, naufragios, motines, deserciones y otras calamidades, el 1 de noviembre de 1520, la expedición arrumbó a la entrada atlántica del Estrecho de Magallanes, al que él llamó Canal de Todos los Santos.

Mientras navegaba por las angosturas que cierran la boca oriental del canal observó en la orilla sur del Estrecho grandes fogatas que desprendían mucho humo. Sus enormes dimensiones se debían al gas natural que emanaba de esa zona, al que los nativos prendían fuego por considerar que tenía poderes mágicos. Estos rituales le valieron el apelativo de Tierra del Fuego, topónimo por el que se conoce esta región hasta la actualidad.

Ya en aguas de la mitad Sur del Estrecho de Magallanes, mucho menos restringidas que en las angosturas septentrionales, el “Hespérides” se dispone a esperar a su momento para recalar en Punta Arenas. Esta ciudad cuenta con más de 100.000 habitantes y es capital de la Región de Magallanes chilena. Este es uno de los puertos de entrada para la Península Antártica. Fundada en el siglo XIX, creció mucho al amparo del tráfico comercial que atravesaba el Estrecho de Magallanes durante esa época. Esta fuente de riqueza se frenó en seco con la apertura, en 1914, del Canal de Panamá. Desde entonces su actividad económica se reparte entre el tráfico portuario, la ganadería extensiva y el turismo patagónico y antártico.

Nuestro punto de amarre no será en el muelle comercial Arturo Prat, próximo al centro de la villa puntarenense, sino en una base de la Armada chilena al norte de la localidad. Así, tras 31 singladuras desde que se hiciese a la mar desde Ushuaia el pasado 18 de enero, el “Hespérides” atraca estribor al muelle Juan Guillermos.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de buen cariz navegando a rumbo general Oeste en demanda de la localidad chilena de Punta Arenas en aguas del Canal Beagle con viento fresco de poniente, mar rizada, cielo parcialmente cubierto y buena visibilidad.

Dejamos a estribor de nuestra derrota los islotes balizados por la marca “les Eclaireurs” y que no son sino una prolongación discontinua del brazo de tierra que constituye la Península Ushuaia, a poniente de la capital de la Tierra del Fuego argentina. Unas millas más allá, se observan las luces anaranjadas de la ciudad fueguina desparramándose por las faldas de la cordillera hasta la línea negra donde comienza la mar.

Una vez dejamos atrás Ushuaia, el escaso tráfico conformado por cruceros turísticos se convierte en cero. Aunque el turismo antártico y patagónico no es monopolio de Ushuaia, sí es cierto que los buques procedentes del Estrecho de Magallanes no siempre atraviesan esta zona del Canal Beagle en sus tránsitos en demanda del Continente Helado. Poco después, abandonamos la parte del canal que actúa de frontera natural entre Chile y Argentina, al dejar atrás isla Navarino y comenzar a barajar la costa norte de isla Hoste, la misma que alberga al imitador del cabo de Hornos. A partir de aquí, navegaremos hasta Punta Arenas en aguas de soberanía chilena. Por este motivo, durante la jornada anterior, en las inmediaciones de isla Lennox embarcaron dos pilotos de esta nacionalidad -militares, para más señas- en lugar del práctico argentino que nos acompañó hace un mes en demanda de Ushuaia.

Más a poniente, el Beagle se divide en dos brazos; uno de ellos, al Suroeste, el cual va a morir en la Bahía Cook, en aguas del Pacífico Sur y el brazo Noroeste, a través del cual comenzamos a transitar durante la mañana de hoy. Este es uno de los puntos más espectaculares de todo el canal de Beagle. La costa de este tramo es elevada y precipitada, respaldada hacia el Norte por una cordillera constantemente nevada, cuyas cumbres se alzan por encima de los mil metros de altura. Esta cordillera recibe el nombre de Darwin, en honor al célebre naturalista británico que transitó por estas aguas hace más de 150 años. Sus faldas están recubiertas de vegetación lozana en la parte más baja, que se convierte en un paisaje más propio de la tundra subpolar según asciende lentamente hasta las nieves perpetuas de sus cumbres. Para añadir atractivo a estas costas, las quebradas y valles que separan estas montañas están ocupadas por hermosos ventisqueros de origen glaciar, que o bien se derriten formando impresionantes torrentes de agua a decenas de metros de altura, o bien forman paredes de hielo al nivel del canal las cuales, en verano, desprenden escombros de hielo, peligrosos para la navegación en estas aguas.

Millas adelante, el canal Beagle muere en el Canal Ballenero, brazo de agua abundante en cetáceos de esta especie que va a desembocar en el Océano Pacífico en aguas de la Bahía Desolada. Este sombrío nombre no es casual, ya que vamos a recalar en uno de los puntos más peligrosos de nuestro tránsito en demanda de Punta Arenas. Un cielo plomizo que oculta las cumbres de las montañas fueguinas mientras descarga una débil pero persistente lluvia nos augura lo que nos espera. Bahía desolada es un confuso desparramo de islotes, arrecifes y rocas azotada durante todo el año por los incansables vientos de poniente que caracterizan estas latitudes. Así, al encontrarse abierta su cara oeste al Océano, la mar generada por las borrascas que vienen a golpear estas costas no encuentra ningún impedimento para entrar en los canales de esta región. Las inclemencias meteorológicas hacen que desaparezca la vegetación de las costas de esta Bahía, otorgándole el lúgubre aspecto que le da nombre.

Al instante comenzamos a sentir su furia. El viento se levanta por encima de los 40 nudos en Bahía Desolada y la mar se hace sentir al arrumbar al noroeste en demanda del Canal Brecknock. Este brazo de mar, cuya mitad sur se encuentra resguardada del oleaje de poniente por las islas Londres y Sydney, nos genera la falsa ilusión de encontrar un breve resguardo a los rigores meteorológicos de este tramo de la derrota. Nada más lejos de la realidad. Los cuarenta nudos entablados se convierten en más de cincuenta, frecuentemente racheados por encima de los 60 nudos y hasta por encima de los 70, que alcanzan el valor máximo contemplado en la Escala Beaufort de viento: temporal huracanado. El andar del barco se ve afectado por el efecto de este terrible viento de proa, disminuyendo casi cuatro nudos. ¡Estos son los cincuenta rugientes! La parte norte del Brecknock no se encuentra protegida por estas ínsulas, así que el Océano Pacífico nos muestra cómo de equivocado estaba Magallanes cuando lo bautizó con este nombre. Olas de más de 4 metros y vientos de poniente que hacen al “Hespérides” abatir peligrosamente contra las piedras nos sobresaltan durante estos momentos. Tras ganar una milla hacia poniente para evitar este peligro, el buque por fin arrumba en demanda del Canal Cockburn cuya dirección general Noreste nos aleja de aguas abiertas y devuelve la calma a la navegación.

Así, transitando por las mucho más tranquilas aguas del Canal Cockburn en demanda del Canal Magdalena, tiene lugar el ocaso de esta agitada singladura. La oscuridad recién avenida no nos permite contemplar los ventisqueros que, al igual que en el brazo NW del Beagle, jalonan ambas orillas de este paso, el cual muere en el buscado Estrecho de Magallanes.

Rinde la singladura sin más novedad.

    

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