Cuaderno de bitácora

XXVI Campaña Antártica y Campaña Investigación ZEEE

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XXVI Campaña Antártica y Campaña Investigación ZEEE
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XXVI Campaña Antártica y Campaña Investigación ZEEE

Comienza la nueva singladura navegando en demanda de Ushuaia con viento flojo del E, mar marejada, cielos cubiertos y buena visibilidad. Desde nuestra partida del puerto de Mar del Plata advertimos una caída progresiva de las temperaturas, que rondan ya los 13º en las horas centrales del día. Tras dos jornadas de incómodo oleaje, la mar nos ofrece hoy una tregua, amainando según avanza el día y permitiendo avistar, no sin dificultad, algún especímen de mamífero marino que habita estas aguas.

En nuestra vigésimo novena jornada de Campaña Antártica nos hallamos a cuarenta millas a levante las Islas Malvinas, latitudes que navegara con aprovechamiento, por vez primera, una expedición española hace ya más de cinco siglos. Más de quinientos años después nos preparamos para adentrarnos en lo que fue objeto de intensa búsqueda, rozando en ocasiones la temeridad, por encontrar un paso seguro que uniera el Océano Atlántico con el Pacífico: el Estrecho de Magallanes.

La Europa de finales siglo XV demandaba las especias –clavo, pimienta o nuez moscada, entre otras- tan necesarias para condimentar los alimentos, cuya conservación distaba mucho de ser idónea. Surge así un gran interés por alcanzar las tierras ricas de donde son originarios estos productos, las islas Molucas, conocidas como las “Islas de las Especias”, en la actual Indonesia. En este estado de las cosas, y con Venecia monopolizando un mercado que se había encarecido notablemente por el dominio turco del Mediterráneo. Así, los pujantes reinos ibéricos vieron la necesidad de explorar nuevas rutas hacia las Indias evitando la intermediación de terceros con sus mismos intereses.

La estrategias emprendidas por España y Portugal fueros dispares y se definieron por medio del Tratado de Tordesillas. Mientras los portugueses centraron su actuación en bordear África, los españoles se aventuraron, de la mano de Cristóbal Colón, a alcanzar las Indias navegando rumbo al Oeste con la esperanza de hallar una ruta directa y segura. Si bien Colón estaba convencido de haber logrado su objetivo tras su primer contacto con el conteniente americano en 1492, la falta de las tan ansiadas especias en esas tierras hacía entrever lo que en el año 1513 sería confirmado por el extremeño Vasco Núñez de Balboa: las tierras descubiertas eran un nuevo continente y, más allá, se hallaba el Océano Pacífico.

En 1516 se produjo el intento de bordear América por el sur liderado por Juan Díaz de Solís. A esta expedición se debe el descubrimiento del Río de la Plata, donde Solís falleció a manos de los nativos. Dos años más tarde, Fernando de Magallanes propuso a la Corona una nueva expedición, formada por cinco navíos que tenía una cita con la Historia. Magallanes emprendió la travesía con empeño tal que, a riesgo de encallar, navegaban de día lo más cercano a costa posible, mientras que anclaban de noche. Los vientos del sur, de los que el “Hespérides” es testigo estos días, no hacían sino volver más peligrosa la Campaña. Con todo, la llegada del invierno austral forzó a que la expedición se refugiara por cinco meses al abrigo de farallones de roca de gran altitud. La escasez de alimentos, el frío y la incertidumbre sobre el futuro de la expedición causaron mella en la dotación, apareciendo los primeros conatos de insurrección.

Fueron tantas las veces que se creía logrado el objetivo como las decepciones al advertir que no era así, hasta que el 21 de octubre de 1520, a 52º de latitud, avistaron una masa terrestre que se adentraba en el mar. Era el cabo Vírgenes, bautizado por el propio Magallanes. Al doblarlo se presentó ante ellos un profundo canal cuyo límite no alcanzaba a la vista. Tras inspeccionarlo se confirmó la tan esperada noticia: ante ellos se encontraba el paso. Lejos de resultar aguas tranquilas para la navegación, la multitud de canales constituían un verdadero laberinto de fuertes corrientes. Las amenazantes columnas de humo que emanaban de la costa, sumado a la experiencia de anteriores expediciones, les hacían creer que se encontraban entre tribus caníbales, bautizando la zona como “Tierra del Fuego”. Muchos fueron los sucesos que allí ocurrieron y que dieron como resultado que sólo tres de los cinco navíos alcanzaran la parte más occidental del estrecho. Convencidos de encontrar pronto las Indias se lanzaron a navegar el Océano Pacífico. Tres años después de su partida el 9 de septiembre de 1522 volvía a Sevilla un único navío con dieciocho tripulantes al mando de Juan Sebastián Elcano. Habían comprobado “la redondez del mundo” y regresaban a casa con un cargamento de especias suficientes para amortizar la carísima aventura y reportar beneficios

La aventura de Magallanes encontró su fin a la altura de Filipinas, mas las consecuencias de su descubrimiento siguen presentes hoy en día.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de mal cariz con viento bonancible moderado del N, cielos cubiertos, mar marejada combinada con cuatro metros por la proa que generan al “Hespérides” una gran cabezada, manifiesta en forma de violentos pantocazos que hacen sacudirse todas las cuadernas del buque. Esta calma relativa en la mar de viento es la que precede a la tempestad; ya que un viento frescachón NE se levanta pocas horas después añadiendo mar de viento a la ya agitada mar tendida. Los Cuarenta Rugientes haciendo honor a su fama.

Los Cuarenta Rugientes son los vientos planetarios que se dan en el hemisferio S a partir de la latitud 40º. Tienen su equivalente septentrional en las costas del N de la Península, con la peculiaridad de que, en este Hemisferio, apenas hay masas de tierra que las detengan en su constante tránsito hacia el E. Estos vientos fueron utilizados por los famosos clípers que recorrían la ruta de Brouwer. Esta ruta fue muy utilizada por los navegantes holandeses y británicos del siglo XIX en sus rutas hacia Indonesia, Sudáfrica y Australia. Así, reducían el tiempo de travesía desde Europa a la mitad. Hoy en día, los veleros participantes en las grandes regatas transoceánicas del mundo, los cuales pueden alcanzar más de 20 nudos.

Sin embargo, más al sur se encuentran zonas más tempestuosas y con condiciones climáticas que las hacen poco recomendables para la navegación Son los Cincuenta Aullantes, comprendidos entre las latitudes 50º y 60º Sur. Un mayor número de tormentas y borrascas se encuentran comprendidas en este área, que son las responsables de que el Cabo de Hornos sea una de las puntas más respetadas por los marinos de todo el mundo.

Más allá, colindando con las regiones antárticas, se encuentran las vientos más peligrosos para la navegación del planeta, en los que sólo se aventuran aquellos barcos que, como el ·”Hespérides”, tienen en el Continente Helado su destino final. En torno a los 60º Sur se encuentran los Sesenta Bramadores. Vientos entablados durante largos periodos con más de 50 nudos de intensidad, olas superiores a 14 metros de altura y témpanos a la deriva hacen de esta latitud un peligro para la navegación. Es aquí donde se encuentra el Mar de Hoces, conocido también como Paso de Drake en el que las borrascas de estas latitudes se encañonan, haciendo de este área la zona de navegación más tormentosa del mundo. Estas duras condiciones hacia las que ponemos proa acuñaron tiempo ha el famoso dicho marinero:

“Por debajo de los 40 grados Sur, no hay ley,

Por debajo de los 50 grados Sur, no hay Dios

Por debajo de los 60 grados, no hay ni ley ni Dios”

Rinde la singladura sin más novedad

Comienza la singladura de mal cariz con viento bonancible moderado del N, cielos cubiertos, mar marejada combinada con cuatro metros por la proa que generan al “Hespérides” una gran cabezada, manifiesta en forma de violentos pantocazos que hacen sacudirse todas las cuadernas del buque. Esta calma relativa en la mar de viento es la que precede a la tempestad; ya que un viento frescachón NE se levanta pocas horas después añadiendo mar de viento a la ya agitada mar tendida. Los Cuarenta Rugientes haciendo honor a su fama.

Los Cuarenta Rugientes son los vientos planetarios que se dan en el hemisferio S a partir de la latitud 40º. Tienen su equivalente septentrional en las costas del N de la Península, con la peculiaridad de que, en este Hemisferio, apenas hay masas de tierra que las detengan en su constante tránsito hacia el E. Estos vientos fueron utilizados por los famosos clípers que recorrían la ruta de Brouwer. Esta ruta fue muy utilizada por los navegantes holandeses y británicos del siglo XIX en sus rutas hacia Indonesia, Sudáfrica y Australia. Así, reducían el tiempo de travesía desde Europa a la mitad. Hoy en día, los veleros participantes en las grandes regatas transoceánicas del mundo, los cuales pueden alcanzar más de 20 nudos.

Sin embargo, más al sur se encuentran zonas más tempestuosas y con condiciones climáticas que las hacen poco recomendables para la navegación Son los Cincuenta Aullantes, comprendidos entre las latitudes 50º y 60º Sur. Un mayor número de tormentas y borrascas se encuentran comprendidas en este área, que son las responsables de que el Cabo de Hornos sea una de las puntas más respetadas por los marinos de todo el mundo.

Más allá, colindando con las regiones antárticas, se encuentran las vientos más peligrosos para la navegación del planeta, en los que sólo se aventuran aquellos barcos que, como el ·”Hespérides”, tienen en el Continente Helado su destino final. En torno a los 60º Sur se encuentran los Sesenta Bramadores. Vientos entablados durante largos periodos con más de 50 nudos de intensidad, olas superiores a 14 metros de altura y témpanos a la deriva hacen de esta latitud un peligro para la navegación. Es aquí donde se encuentra el Mar de Hoces, conocido también como Paso de Drake en el que las borrascas de estas latitudes se encañonan, haciendo de este área la zona de navegación más tormentosa del mundo. Estas duras condiciones hacia las que ponemos proa acuñaron tiempo ha el famoso dicho marinero:

“Por debajo de los 40 grados Sur, no hay ley,

Por debajo de los 50 grados Sur, no hay Dios

Por debajo de los 60 grados, no hay ni ley ni Dios”

Rinde la singladura sin más novedad

Comienza la singladura con viento bonancible moderado del S, cielos despejados, mar marejada de dicha componente y buena visibilidad.

La noche de hoy ha sido especialmente oscura. Gracias a esta circunstancia, hemos tenido la oportunidad de observar con claridad todas las constelaciones celestes que esta parte del mundo nos ofrece. La favorita de la dotación es sin duda la Cruz del Sur, esto es debido a la estrecha relación que guarda con nuestro destino final y razón de ser de este buque: la Antártida. La Cruz del Sur se puede considerar el equivalente a la Estrella Polar del Hemisferio Norte, guiando con seguridad y precisión, en este caso hacia el Sur, a los navegantes como nosotros desde tiempos inmemoriales. Esta constelación posee una diferencia particular con nuestra Estrella, y es que, a diferencia de esta, no ocupa exactamente el punto cardinal Sur en la bóveda celeste, sino que lo señala con su vértice más largo. Para encontrarlo, hemos de prolongar 4 veces su eje longitudinal ya que en este hemisferio este espacio no se encuentra ocupado por ningún cuerpo celeste.

Esta no es la única agrupación estelar que es imposible observar desde España, ya que también existen otras constelaciones como Leo, Virgo e incluso galaxias como la Gran Nube de Magallanes. Sin duda este impresionante espectáculo ameniza sobremanera las guardias nocturnas, siendo conscientes nuestros tripulantes que están siendo testigos de una visión que muy pocas personas llegarán a ver en sus vidas.

A lo largo de la mañana y del resto del día, el viento incrementa y con él la altura de la ola, cumpliendo así los pronósticos según arrumbamos al Sur en nuestra navegación, y notamos una bajada de las temperaturas que nos hacen observar que hemos dejado atrás el veraneo marplatense.

Sin embargo, la mala mar no detiene la actividad interna del “Hespérides”. Durante la mañana se realiza un simulacro de incendio en un compartimento especialmente peligroso, poniendo en práctica los procedimientos que en la Armada se denominan como “Seguridad Interior”. Estos son los procedimientos empleados para impedir a toda costa que el buque se hunda, luchando contra incendios e inundaciones que se produzcan, por ejemplo debido a una colisión con otro buque o a un incendio accidental a bordo. Como le gusta decir al Oficial de Seguridad Interior, el AN Jesús Otero: “la Seguridad Interior es cosa de todos” ya que no se circunscribe únicamente a los procedimientos que se llevan a cabo frente al fuego, sino que tiene un trabajo diario muy importante para prevenir que estos incidentes tengan lugar.

Por la tarde tiene lugar un taller explicativo por parte del personal de maniobra acerca de los diferentes trajes de frío que emplearemos durante nuestro trabajo en la Antártida. Este personal es el encargado del mantenimiento y cuidado de estos uniformes por ser sus principales usuarios, ya que marinan las embarcaciones en las que se traslada material a las Bases Antárticas y transportan personal del buque a tierra para toma de muestras.

Rinde la singladura sin más novedad

A la voz del Sr Comandante, se establece Babor y Estribor de guardia para salir a la mar desde la dársena militar de Mar del Plata, en demanda del puerto de Ushuaia (Argentina), comenzando la primera singladura de este tránsito que tendrá por destino final la Antártida

Antes de retirar el portalón, se efectúan las despedidas y parabienes de rigor con las autoridades de la Armada Argentina en la base marplatense. En primer lugar, el Teniente Contador (equivalente a escala de intendencia) que nos ha prestado el apoyo logístico durante nuestra estancia en la Base Naval, nos hace entrega de unos obsequios para el buque en recuerdo de la escala en este puerto y muestra de la amistad entre nuestras dos Armadas. Más tarde se persona a pie de portalón el Contraalmirante Marcelo Luis Fernández, Comandante del Área Naval Atlántica para intercambiar unas breves palabras con el Comandante y desearle la mayor de las suertes para esta campaña recién iniciada. Todos estos encuentros, cumpliendo a rajatabla con las medidas sanitarias establecidas para mantener intacta la preciada burbuja COVID que constituimos la dotación del “Hespérides”.

Tras embarcar los prácticos, civil y militar, el buque da comienzo a la maniobra de revire y salida a la mar. Una vez aproados a la salida del muelle un piquete de honores de la Armada Argentina nos rinde honores al buque desde el último espigón de la dársena militar, al que se corresponde convenientemente. Sin embargo, las despedidas aún no han terminado ya que, uno de los lobos marinos de la lobera marplatense, curioso por el buque, nos acompaña desde este punto hasta la bocana del puerto. A nuestra popa dejamos la bonita silueta de la localidad argentina, con sus playas repletas de bañistas disfrutando de las veraniegas temperaturas mientras ponemos proa hacia nuestro invernal objetivo.

Se retoma la rutina a bordo de trabajos y guardias. Aprovechando las veraniegas temperaturas, hay quien se anima a hacer deporte en cubierta de vuelo por la tarde, antes de contemplar cómo se apaga el día en un espléndido atardecer seguido de un crepúsculo que se alarga más de una hora.

Tras el ocaso y la tradicional oración, el buque entra en el letargo nocturno de su vida interior, ya que las guardias continúan activas las 24 horas del día. Este es el momento en que la dotación franca de guardia aprovecha para descansar, para ver películas en sus cámaras y camaretas, leer o para llamar a sus familias, lo que nos aporta tanto ánimo en los largos meses fuera de casa.

Atestiguando el cielo despejado que tendremos mañana, el cielo nocturno se llena de tantas estrellas como son casi imposible de encontrar en otro lugar del mundo que no sean estas aguas tan alejadas de costa. Estos momentos son las pequeñas perlas que hacen que el mar se lleve en el corazón y que, en el trajín de la rutina diaria no apreciamos, pero que luego resultan difíciles de olvidar.

Rinde la singladura sin más novedad

Comienza la singladura fondeados en las inmediaciones del puerto de Mar del Plata, en aguas argentinas, con viento bonancible moderado, marejadilla y mar de fondo del Sur, cielo despejado y buena visibilidad.

Durante esta jornada y noche que pasamos fondeados frente al puerto, aunque las condiciones meteorológicas eran francamente propicias, la verdad que en el fondeadero se daba un fenómeno francamente curioso; que es recibir la mar y el viento de componentes diferentes. Esto se debe a que, en contra de la mayoría de puntos de fondeo que se escogen por los buques para posar el ancla, este lugar ofrecía resguardo de viento y mar procedente del tercer y cuarto cuadrante, más no del SE, dirección de la que procedía la mar en esta ocasión. Los cuadrantes expresan la dirección del viento o de la mar de manera muy intuitiva, representando las componentes entre el N y el E como primer cuadrante, del E al S, del segundo, del S al W conforma el tercer cuadrante quedando para el cuarto cuadrante los vientos y olas procedentes de entre el W y el N. Suele ser, como decía, muy empleado en referirse a fondeaderos y muelles para expresar de qué condiciones marinas nos ofrece resguardo.

A pesar de esta discordancia provocada por la mar de fondo, el tenedero, que es el nombre con el que denotamos al fondo marino sobre el que se va a fondear el ancla, era de arena y cascajo (restos de conchas), que es el ideal para fondear y que el ancla se afirme bien al lecho oceánico. Por esto y las apacibles condiciones meteorológicas, pasamos una noche de descanso previa a levar fondeo a primera hora de la mañana, momento en el que recibimos a bordo a los prácticos de Mar del Plata para entrar a puerto.

Para entrar a este puerto recibimos a bordo a dos prácticos, el civil encargado de la dársena comercial y pesquera de esta rada y el militar, que relevó a su compañero una vez dentro de la dársena de la Armada Argentina. El primero de ellos ya era un viejo conocido del buque, y traía un llavero del “Hespérides” con el que se había hecho la última vez que el buque recaló en estas aguas, allá por 2017.

Tras el atraque estribor al muelle, en el que no faltó la banda de música en la bocana de la dársena militar, pudimos contemplar el hermoso perfil de la ciudad, con un campo de golf frente a nuestro amarre y una serie de conjuntos hoteleros que atestiguan lo benigno del clima que hacen de Mar del Plata uno de los destinos turísticos predilectos por muchos argentinos. Aquí finaliza nuestro tránsito atlántico, en el que recuperaremos fuerzas y reaprovisionaremos el buque antes de zarpar, el próximo día diez en demanda de Ushuaia, en el remoto Canal de Beagle.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura navegando a rumbo 240, con viento bonancible moderado del NE, mar marejada, cielos despejados y buena visibilidad.

Tras ver cómo las adversas condiciones meteorológicas de la jornada anterior condicionaban nuestra singladura del día 5, la mañana de Reyes trajo una notable mejoría del tiempo en nuestro aproche a Mar del Plata y certificó por qué este puerto es uno de los principales de toda Argentina en lo que a veraneo se refiere.

Durante la mañana de hoy el “Hespérides” fondeó en las inmediaciones de este puerto argentino, como paso previo a su recalada en él durante la mañana del día 7. Tras el desayuno, en el que no faltó el tradicional Roscón de Reyes, la dotación recibió la agradable noticia de que los Reyes Magos no se olvidaron del buque y pasaron a dejarnos un detalle a todos y cada uno de nosotros, consistente en el parche correspondiente a esta campaña y una taza grabada. Para celebrar este día, aprovechando la tranquilidad del fondeadero y las cálidas temperaturas de la región, los suboficiales del buque organizaron una barbacoa en cubierta de vuelo en la que se festejó el día tan especial.

Aunque los limos del inmenso Río de la Plata aún se dejan sentir en esta región, distante más de 150 millas náuticas de su desembocadura (distancia mayor que de Madrid a León), lo que hace turbias las aguas de región y provoca grandes variaciones en sus sondas, esta ciudad costera con más de medio millón de habitantes triplica su población en el periodo estival. No obstante, Mar del Plata no solo es una ciudad de veraneo y turismo, sino que también constituye el principal puerto pesquero de toda Argentina. Las capturas que entran por esta ciudad son de tal consideración que, al amparo de sus sobras, aquí habita la colonia de lobos marinos más septentrional del mundo vive en una zona especialmente protegida de este puerto, concretamente, emplazada en la parte interior de su escollera sur. No solo esto, sino que esta ciudad es la sede de una de las principales Bases Navales de la Armada Argentina, en la cual se encuentran surtos todos sus submarinos y otros bajeles como corbetas, patrulleros o buques antárticos, de los que Argentina hace mucho uso por ser el país del mundo con más bases en el Continente Helado, exactamente seis.

De una manera desenfadada tras 22 días empeñados en el cruce del Océano Atlántico, la dotación del Hespérides pasamos esta jornada previa a recalar en el puerto de Mar del Plata, el cual aprovecharemos para reaprovisionarnos y tomar un breve descanso antes de asaltar el puerto más austral del planeta, Ushuaia, donde los cuarenta rugientes y los cincuenta bramantes quedan atrás antes de alcanzar la frontera del mar de Hoces, como paso previo para pasar a la inhóspita Antártida.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura de regular cariz navegando en demanda de Mar del Plata con viento frescachón del S con rachas de temporal, mar gruesa de la misma componente, cielos cubiertos y buena visibilidad. La bajas presiones que, según nuestro pronóstico, iban a hacer arreciar los vientos en torno a nuestra posición estimada para esta jornada, superaron todas las previsiones e hicieron pasar una noche toledana a más de uno, con escoras superiores a 20º y viento entablado por encima de 35 nudos.

Como le gusta decir a nuestro oficial de meteorología: “la meteorología es el arte de predecir lo que va a suceder, para luego explicar por qué no ha pasado.”. Así, se achacó este cambio del pronóstico a un fenómeno local conocido como sudestada. Este viento característico de la costa argentina y uruguaya ocurre cuando un anticiclón situado en la proximidad de la costa bonaerense se encuentra con una zona de bajas presiones sobre el Atlántico. Su efecto se hace notar en toda la región del Río de la Plata en forma de fuertes vientos de componente SSE acompañados de nubes bajas que levantan la mar en muy poco tiempo. En ocasiones, este viento trae precipitaciones muy copiosas. Si persiste durante varios días, el efecto de la corriente generada provoca un reflujo en el interior del estuario que puede provocar devastadoras inundaciones en ambas orillas del Río.

Aunque tras el orto el viento cayó hasta poco más de 20 nudos, mientras el barómetro se recuperaba lentamente volviendo a los valores pronosticados y las nubes se retiraban del cielo, la resaca de la noche anterior se notaba tanto en los miembros de la dotación que habían pasado peor noche como en la mar. Así, la mar de fondo del S de varios metros, unida a la mar de viento que aún campaba a sus anchas, seguía sacudiendo al “Hespérides”. En el tiempo que duraba este temporal, que no dejó pocas personas mareadas, la frase más repetida por los marinos más experimentados en travesías a la Antártida era “esto es un Paso de Drake tranquilo”. Y no es para menos. Los más de 50 nudos que llegó a registrar el anemómetro durante la noche palidecen ante la zona donde el tren de borrascas del Hemisferio Sur se encañona efecto de las corrientes y de la orografía local.

Navegando ya a rumbo suroeste al aproximarnos a costa a lo largo de la tarde, la situación meteorológica fue encauzándose para dejar una noche de Reyes mucho más apacible.

Rinde la vigilancia sin más novedad

Comienza la singladura con viento bonancible moderado del NE, cielos despejados, mar marejada de dicha componente y buena visibilidad.

Tras diez días barajando la costa brasileña, por fin nos encontramos frente al litoral de Uruguay, aunque a una distancia aún notable desde la costa. Durante la mañana, aprovechando las condiciones meteorológicas favorables, el buque realizó un ejercicio de hombre al agua, para adiestrar a la dotación en el puente de gobierno y a bordo de las embarcaciones para hacer frente a esta contingencia, una de las más problemáticas que pueden surgir a bordo y que requieren de una reacción inmediata que marca la diferencia entre la vida y la muerte.

Sin embargo, como venía advirtiendo el barómetro durante varias horas, todo cambió en torno a las 1800h de la tarde. En ese momento, un viento de 30 kt de componente sur, levantó la mar y cubrió los cielos de nubes. Habíamos llegado al límite inferior de las costas uruguayas, a la altura del Río de la Plata.

Sobre este estuario, golfo, mar o río no existe consenso en su designación entre los geógrafos, aunque tanto uruguayos como argentinos tengan preferencia por la última. Si les hacemos caso, este río es el más ancho del mundo. No en vano, las capitales de estos dos países, Buenos Aires y Montevideo, se encuentran en sus riberas sur y norte, respectivamente.

Su gran tamaño llevó a su malogrado descubridor, Juan Díaz de Solís, a adentrarse en él buscando un paso hacia el Mar del Sur – hoy Océano Pacífico - en 1516, por el que llegar a Asia por el oeste. Sin embargo, hallaría su fin a manos de los indios nativos de sus riberas. La gloria de descubrir el camino a las Islas de la Especiería estaba reservada a la expedición de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián de Elcano, quienes cayeron en el mismo equívoco, pero con mejor resultado y pudieron continuar su travesía hacia el Sur.

El río de la Plata nace de la unión de los ríos Paraná y Uruguay, y posee una de las principales cuencas hidrográficas de toda América. Como prueba de su ingente caudal, este río transporta una inmensa cantidad de sedimentos al año que hacen que el agua del mar cambie de color en su desembocadura. El caudal de sus principales afluentes se plasma en que ambos son navegables a lo largo de numerosas millas, particularmente del Paraná –el segundo río más largo de Sudamérica-. Tanto es así que el río Paraná comunica el mar y su principal afluente; el Paraguay. Por este camino fluvial se transportaba la plata de las bolivianas minas del Potosí hasta el Atlántico, lo que se considera uno de los orígenes de su nombre.

A estos dos ríos, el Paraguay y el Uruguay, deben su nombre las dos naciones homónimas, la primera con el significado de “río que origina el mar”, mostrando la importancia de la comunicación del país y la costa. Al río Uruguay –cuya raíz específica tiene un origen etimológico más discutido- debe este Estado su nombre oficial, República Oriental del Uruguay, en relación con el margen del río que ocupa el país charrúa.

A la espera de que el pronóstico meteorológico acierte, y el viento dé un respiro para poder fondear el día de Reyes en las inmediaciones de Mar del Plata, continuamos transitando hacia el Sur en demanda de este puerto argentino.

Rinde la singladura sin más novedad.

Comienza la singladura navegando en demanda de Mar de Plata con viento del NE, mar marejadilla, cielos parcialmente cubiertos y buena visibilidad.

Atrás quedan los días de celebración que el conjunto de la dotación, como en familia, hemos tenido el privilegio de vivir a bordo del "Hespérides". Volvemos a la rutina de trabajo siendo conocedores de cuál es nuestro objetivo: realizar la XXVI Campaña en el Océano Austral con la que aumentar el saber científico mediante los tres proyectos que tenemos programados. No en vano, el nombre de nuestro buque, tiene su origen etimológico muy ligado a uno de los símbolos más conocidos de la cultura clásica: el árbol del conocimiento.

Cuenta la mitología griega que en un lejano rincón de Occidente, tal vez a los pies de la cordillera del Atlas, se hallaba un bello jardín propiedad de la diosa Hera. Como regalo de boda por su matrimonio con Zeus, Hera recibe de parte de Gea -diosa de la Tierra- las semillas de un peculiar árbol de frutos dorados, que fueron cuidadosamente sembradas en el centro de su jardín. El recelo mostrado por Hera en la protección de su preciado regalo estaba más que justificado pues sus manzanas otorgaban la virtud del Conocimiento. Como garantes de la integridad del Jardín, Hera designó como sus protectoras a las diosas del ocaso: las Hespérides.

El celo con el que estas bellas deidades, auxiliadas por el dragón Ladón, cumplían su cometido era tal que Hera puso sus ojos en ellas para desafiar a Hércules en su búsqueda del perdón. El desafío consistía en robar el preciado fruto del jardín, tarea que consiguió con la ayuda del titán Atlas. Esto tenía el simbolismo de que el conocimiento constituye uno de los doce caminos que debe recorrer todo hombre para alcanzar su liberación.

El hecho de que un buque de la Armada española adopte el nombre de "Hespérides" no es casualidad. Inspirado en la misión de las ninfas de Hera, el buque en el que nos encontramos constituye un instrumento de gran valor para el desarrollo de misiones de naturaleza científica. Para ello, cuenta con sofisticada tecnología y laboratorios acondicionados a bordo, además de los medios necesarios para labores de logística. Con todo, ya son treinta años de operatividad de la mano del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyo logotipo también hace referencia al “Árbol de la Ciencia”.

Combinando espíritu científico y marino, esperamos recibir pronto entre nosotros al grupo de personal científico que nos acompañará en la presente Campaña Antártica. Juntos, visitaremos el continente helado con el afán de contribuir, una vez más, a la búsqueda del Conocimiento.

Rinde la singladura sin más novedad.

    

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